miércoles, 8 de diciembre de 2010

MONOGRAFIAS SOBRE COPOREIDAD


EL CUERPO VIOLENTADO:
Las marcas desaparecen pero quedan huellas en el alma

Ayeray Clausich, Jesica
Piccoli, Fiorela

El dolor es una sensación desagradable y a su vez es una experiencia emocional que es subjetiva.
Hablar de lo que se siente no es sencillo, como sucede en el caso de las mujeres maltratadas que por temor, vergüenza, culpa, prefieren no escucharse a ellas mismas, no haciéndose conciente lo que les esta pasando, generando conflictos en sus relaciones interpersonales y empobreciendo vínculos afectivos.
Como consecuencia el maltrato psicológico siempre deja secuelas, deja marcas indelebles en el organismo de la victima, en su cuerpo o en su psiquismo, porque el cuerpo y el psiquismo interactúan y forman una unidad psicosomática.

Para entender la enfermedad es necesario interpretar nuestra corporeidad, nuestro cuerpo se expresa con sensaciones y las sensaciones con palabras. La palabra nos ayuda a descubrir las sensaciones profundas e intangibles de nuestro cuerpo. Corporeidad como el todo humano que explica la complejidad humana.
El cuerpo integra diversas dimensiones: física, emocional, mental, trascendente, cultural, mágica e inconsciente.
Para cuidar la salud se requiere “escuchar” la corporeidad. El lenguaje del cuerpo es psicosomático, las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones surgen de experiencias corpóreas.
Cuando adquirimos la palabra, surge el léxico que expresa nuestras percepciones: como el cansancio, malestar, ardor o dolor; comunican síntomas físicos junto a las expresiones gestuales y los cambios de conducta. Nos volvemos intérpretes y traductores de nuestro cuerpo con un fin concreto: buscar alivio.
Las mujeres maltratadas estan en situación de necesidad y dependencia de otros y para lograr ayuda, la comunicación es fundamental.
La mejor atención de la enfermedad se da cuando se logra su comprensión y para que esto sea posible se requiere comprender otro lenguaje; el lenguaje corpóreo, que es la expresión de lo que sienten las victimas desde su ser total (cuerpo, pensamiento y emoción). En tal sentido, quien aspire a comprender el lenguaje del cuerpo, debe aprender dos idiomas: por un lado las palabras que nacen de las sensaciones y por el otro las expresiones corpóreas; el conjunto de éstas nos habla de la persona y sus problemas.
El síntoma “congela” lo que no se puede expresar
Las mujeres golpeadas, hablan de algo más que sus cuerpos, hablan de su manera de sentirlo, de su modo de vivirlos. Como se puede observar en las siguientes expresiones:
Ansiedad
“Cuando oigo la puerta empiezo a temblar”.
“Cuando él está en casa no me atrevo a hacer nada por miedo a que se enoje”.
“Todo el día estoy pensando en este problema, no puedo concentrarme en otra cosa, incluso tengo pesadillas”.
La violencia repetida e intermitente, entremezclada con períodos de arrepentimiento y de ternura, suscita una ansiedad extrema y unas respuestas de alerta y de sobresalto permanentes. La percepción de amenaza incontrolable a la vida y a la seguridad personal provoca una sensación de temor continua, dificultades de concentración, irritabilidad y un estado de hipervigilancia.
Asimismo, la víctima experimenta trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos en relación con el maltrato y el maltratador.
Depresión, pérdida de autoestima y sentimientos de culpa
“Mi marido es agresivo conmigo, pero yo no hago lo suficiente para evitarlo".
“Mi marido tiene razón, no sé hacer nada bien, ni hablar correctamente y es mejor que este callada”.
“Esto no tiene solución, ya no tengo fuerzas para luchar, nada me importa”.
"A veces pienso en quitarme la vida, pero no tengo valor para hacerlo....mis hijos".
Cuando la mujer está inmersa en el círculo de la violencia cree que la conducta de su pareja depende de su propio comportamiento, se siente responsable e intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador. Sin embargo, cuando observa que sus expectativas fracasan de forma reiterada, desarrolla sentimientos de culpabilidad y de fracaso. Además, se siente culpable por no ser capaz de romper con la relación y por las conductas que ella realiza para evitar la violencia: mentir, encubrir al agresor, tener contactos sexuales a su pesar, "tolerar" el maltrato a los hijos, etc.
Con el paso del tiempo el maltrato es más frecuente y severo y se desarrollan síntomas depresivos como la apatía, la indefensión y la desesperanza. El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de pensar que le hace sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma o de adoptar medidas adecuadas.
Aislamiento social
“Mi marido se enoja cuando mi familia me llama”.
“No puedo hablar con amigos porque él dice que me meten malas ideas en la cabeza”.
“Prefiero estar sola para que nadie sepa lo que me pasa”.
"Nadie lo entiende".
La vergüenza social y los límites que el propio maltratador establece para evitar contactos con la familia y con los amigos, provoca una disminución del refuerzo y de la implicación en las actividades en general. De este modo, la víctima depende de su pareja como única fuente de “refuerzo” social y material, quien, a su vez, aumenta el control sobre ella. En estas circunstancias, se siente más vulnerable ante la sociedad y se cronifica el miedo a enfrentarse a un futuro que percibe como incierto y "peligroso".
Trastornos psicosomáticos
“Siento tanta opresión en el pecho que a veces parece que me voy a ahogar”.
"Cuando escucho la puerta todo mi cuerpo se altera".
“Cuando él se enoja me late tan rápido el corazón que creo que me va a dar un ataque”.
“Me siento tan mal que ya ni como, ni duermo y me siento débil y enferma”.
Los malos tratos crónicos provocan en la víctima diferentes tipos de trastornos psicosomáticos como dolores de cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones menstruales, etc.
En este sentido, son bastante habituales las visitas al médico de cabecera para consultar estas dolencias mientras ocultan la verdadera causa que las provocan.
Trastornos sexuales
"Todos los hombres son iguales, sólo piensan en ellos".
“Siento asco hacia los hombres y hacia el sexo”.
“Nunca volveré a disfrutar en una relación sexual”.
"Pensar en mantener relaciones sexuales con otra pareja me produce temor, es como si fuera incapaz de sentir".
En una situación de violencia doméstica es habitual que una mujer pierda todo el interés por el sexo y sienta rechazo hacia las relaciones sexuales. Además, cuando se producen agresiones sexuales dentro del matrimonio se pueden originar disfunciones sexuales como la anorgasmia (pérdida del orgasmo) o el vaginismo (contracción involuntaria de los músculos de la entrada de la vagina que impide la penetración).
Este vivirse corporalmente esta relacionado con multiplicidad de sensaciones integradas en una representación simbólica de nuestro Esquema Corporal, el cual es una imagen tridimensional de nuestro propio cuerpo.
Este Esquema se construye de sensaciones que provienen de los sentidos más ortodoxos y también de sensaciones que provienen de otros cuerpos que van construyendo esa representación: la caricia o el rechazo, la mirada, la postura, etc. Así como vivencias de las vicisitudes de la historia corporal: accidentes, dolores, etapas de la libido, zonas con estimulación particular, quedando inscriptas en la imagen corporal, que tiene su base en la afectividad.
Cuando esta representación entra en crisis a causa de la violencia, la mujer encuentra un cuerpo que habiendo sido familiar, se le hace desconocido, que habiendo sido manejable, se va tornando difícil e incomprensible.
Lo corporal es un espacio donde confluyen e interactúan inhibiciones, estereotipos, autocensuras, modismos, etc, que lo van condicionando y moldeando desde afuera hacia adentro.
El cuerpo también es un vehículo de ser en el mundo. El cuerpo propio se muestra, encubre, expresa, oculta, en un continuo intercambio con los otros.
Las sensaciones del cuerpo varían con el estado de ánimo, la personalidad, el ambiente educativo y las circunstancias sociales; ello hace por ejemplo que un malestar para una persona, como ser la victima, sea insoportable y para otra, como el agresor, sea insignificante.
“Escuchar” el síntoma para después no enfermar
El encuentro T.O.-paciente es una oportunidad para comprender y trascender. Nace como interrogatorio, pero se torna significativo cuando se hace dialogo, cuando supera el hecho de preguntar para saber y surge el acto de conversar para conocer.
Ese encuentro es un acto de descubrimiento, interpretación y creación, permite descifrar y discernir significados, generar aprendizajes y promover transformaciones.
El dialogo permite descomponer y reconstruir significados, vislumbrar opciones, hacer del encuentro un acto terapéutico, cambiando el estado de conciencia del sujeto frente a si mismo; superando la percepción de victima que hace del paciente un ser invalido y dependiente.
Esta comunicación es entendida como una terapéutica, porque posibilita encontrar un espacio, haciendo a la mujer protagonista y creadora de su propia realidad, aprendiendo a respetarse; mostrándole su capacidad de aceptar el error como incentivo para la búsqueda de otras alternativas válidas y así superar las dificultades que a ella se le presenten.
Este cambio de conciencia es el que podríamos llamar Salud, por el hecho de ser un proceso de transformación.
CONCLUSION
Desde Terapia Ocupacional se trata de convertir a la mujer en el eje central de la practica, en la que ella encuentre a través de la ocupación sus propios significados y valores. Siendo lo corporal una percepción subjetiva en donde se expresa la conducta, los modos de sentirse, conocerse y desconocerse, de moverse, de estar y expresarse.
El cuerpo es el lugar donde las conductas son posibles, se cargan de significado y pueden modificarse, integrarse, contar otra historia. El terapeuta deberá explorar el modo particular de significar que tiene la persona; su propuesta se vera como la posibilidad de deconstruir y reconstruir mediante ocupaciones creadoras de significados, donde se acompaña a un sujeto protagonista, que tiene competencias, creencias, valores y compromisos propios, que posee habilidades y fortalezas. Estas personas necesitan “ampliar su mirada”, promover recursos que ya poseen pero que en ocasiones no pueden acceder.
El terapeuta buscara descubrir qué es, donde radica lo problemático para estas personas en particular, se dará tiempo para observar el modo de ocuparse, la disonancia en el discurso, los nudos en la trama vital. Todo esto desde un espacio de contención empática, estimulante que alentara la resignificación atribuida a los eventos.
La tarea de los terapeutas es resignificar el rotulo, para que la persona pueda llevar a cabo una vida mas funcional sosteniendo el sentimiento de identidad, y que así pueda planear un futuro de acuerdo a su guión personal.

BIBLIOGRAFIA
• “Dialogo con lo Corporal”. El dialogo como encuentro. Aproximaciones a la relación profesional de la salud-paciente. Francisco Bohórquez, Luis Jaramillo. Editorial Colombia.
• “Lo corporal: el cuerpo como comunicador, vehículo de emociones”. Susana Kesselman: “el pensamiento corporal”. Editorial Paidós. Barcelona, 1990.
• “Antropología del dolor”. David Le Breton. Barcelona. Seix Barral, 1999, 287 Págs.
• http://www.nahiko-emakunde.com

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