sábado, 26 de octubre de 2013

Acerca de de la unión cuerpo-mente-espíritu







                   

"Como la psique y la materia está contenidas en uno y el mismo mundo y además están en contacto permanente y descansan, en última instancia, sobre factores trascendentales, no sólo existe la posibilidad, sino también cierta probabilidad de que materia y psique sean aspectos distintos de una y la misma cosa. Los fenómenos de sincronidad apuntan, según me parece, en esa dirección ya que tales fenómenos muestran que lo no psíquico puede comportarse como psíquico y viceversa, sin que exista entre ambas un vínculo causal."

                                                        C.G.Jung. Arquetipos e Inconsciente colectivo

martes, 22 de octubre de 2013

DIALOGO CON LO CORPORAL




Lo corporal
Susana Kesselman: “El pensamiento corporal”, Paidós, Barcelona, 1990
(Síntesis y reelaboración )
En los últimos años el papel del cuerpo se ha transformado, como la Cenicienta....Durante décadas subordinado a la plenificación del alma, se ha convertido en su amo y Señor. Pero nuevamente se comete el error de separar y subordinar.....El cuerpo es el lugar donde se expresa la conducta, y aún más es el lugar donde todas las conductas son posibles. Pero la conducta humana tiene múltiples disfraces y se da simultáneamente en todas las manifestaciones de la que el ser humano es capaz, ( concepto de las áreas de la conducta)
El cuerpo adquiere a través de los sentidos, adquiere un potencial de conocimiento, una posibilidad de aprendizaje...
Las sensaciones son el disparador de la conducta en las tres áreas. Si tenemos la capacidad de ser receptivos, estar presentes, la sensación se integra, no queda aislada, no se refugia estérilmente como síntoma. Por ej este dolor de espalda de la posición incorrecta o de tensión, entendido se acepta, se revierte. Si lo niego se transforma en irritación constante (A1), termina generando una malformación( A2), o se descarga en malhumor sobre otros ( A3) Quizás procuraba frenar con la espalda lo que no pude rescatar para expresar en palabras: “este trabajo no me agrada, ya no puedo más”....
Si el cuerpo solo puede actuar con el síntoma queda a merced de éste, destinado a u comportamiento escindido....Responsabilizarse por la sensación, hacerse cargo de ella, es permitirle una expresión coherente en la conducta. Algo tan obvio como sentir cansancio y permitirse descansar, necesitar más tiempo y poderlo pedir en palabras y no entorpeciéndose no siempre es accesible....
El miedo a hacerse responsable de la sensación, a no saber qué hacer con ella escapa, a veces, a nuestra conciencia...Por otro lado el incremento de la sensibilidad es la apertura al dolor, a la pérdida de control, a sentirse vulnerable.. Pero es el primer paso imprescindible: no podemos deshacernos de una tensión o malestar que no sentimos y reconocemos.
“Siento las piernas pesadas”- comenta una embarazada a su amiga. Y la otra, para no ser menos, contesta: yo, me siento fofa e hinchada, y ni siquiera estoy embarazada.
Estas mujeres, hablan de algo más que sus cuerpos, hablan de su manera de sentirlo, de su modo de vivirlos. Este vivirse corporalmente está relacionado con multiplicidad de sensaciones integradas en una representación simbólica de nuestro Esquema Corporal...
Sensaciones que provienen de los sentidos más ortodoxos( vista, oído, olfato, gusto, tacto) como de otros menos conocidos: (sensaciones térmicas, de tono, dolorosas, viscerales, vinculadas al movimiento, a la presión, al peso.
También sensaciones que provienen de otros cuerpos van construyendo esa representación: la caricia o el rechazo, la mirada, la postura. Así como vivencias de las vicisitudes de la historia corporal: accidentes, dolores, etapas de la libido, zonas con estimulación particular, quedan inscriptas en su Imagen Corporal. Es la representación de la aventura de nuestro cuerpo.
Cuando esta representación entra en crisis, por ej. en el fenómeno del miembro fantasma, en una mastectomía, en la aparición de arrugas y canas, en la postración forzosa, los cambios puberales, encontramos un cuerpo que habiendo sido familiar, se hace desconocido, que habiendo sido manejable, se torna difícil, incomprensible.
Se movilizan entonces, las ansiedades básicas ante toda situación de cambio:
-ansiedad confusional: indiscriminación, no se percibe con claridad, faltan claves
-ansiedad persecutoria: el cuerpo se siente peligroso, se teme lo desconocido
-ansiedad depresiva: tristeza por el cuerpo que fuimos y ya no está.
Pero el lugar de las pérdidas es también el de la posibilidad de nuevos encuentros, de respuestas creativas a las crisis. La historia de nuestras vivencias, el modo de enfrentar nuestras crisis van constituyendo”la novela corporal”. Es un aspecto de la novela personal y de la familiar, que refleja la aventura del cuerpo y su representación. Libro de lectura de los bloqueos, de las disfunciones, de los síntomas, de las posturas, disritmias e indiscriminaciones, de las recriminaciones y consejos, de la indiferencia y de las buenas intenciones. Es la posibilidad de palabra que tiene el cuerpo
Lo corporal es residencia en que se alojan los mitos familiares y las leyendas a cumplir en los destinos de cada sujeto. Desde esta idea, cada cuerpo encubre y descubre una leyenda corporal destinada a difundir los mitos familiares corporales que suelen quedar testimoniados en fotos, comentarios, predicciones.
“ Cuando era bebé era tan lindo...” ¿Explicará esto la dificultad de crecer?
“Tiene el cuerpo del abuelo: será enorme como él” ¿ Elogio o designio terrible?
“Mirá esta foto, parecías una nena, tan limpito, peinadito” ¿Cómo deben ser los varones?
Podemos preguntarnos qué mitos familiares arrastramos, realizando espirales imaginarios en nuestros movimientos. Quizás aparezcan imágenes de tensiones, distorsiones, mandatos, zonas olvidadas, secretos viscerales, modos de caminar, dormir, reir, llorar, capacidad para tocar a otros o dejarnos tocar sin temor, permiso para el placer.....
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Schilder en sus estudios sobre el cuerpo reconoció distintos conceptos que no son idénticos pero si mutuamente interrelacionados:
- Esquema corporal: término neuropsicológico, imagen tridimensional del propio cuerpo, gestald de las proyecciones corticales de la sensorialidad
-Imagen corporal: término que pertenece al registro de lo imaginario, su base es afectiva, depende de la evolución libidinal y agresiva, de sus vicisitudes, experiencias, fijaciones. Su función es estabilizadora, envuelve y delimita aunque está en ajuste permanente. Su plasticidad se evidencia especialmente en los cambios súbitos como los puberales o mutilaciones, en las distorsiones hipocondríacas o en la sensación de extrañeza o fragmentación de estados severos.
- El cuerpo social: desde una perspectiva antropológica fenomenológica el cuerpo es el vehículo de “ser- en el mundo”, centro de los cambios relacionales afectivos entre individuos. Allí el cuerpo propio se muestra, encubre, expresa, oculta, en un continuo intercambio con los otros. En la adolescencia actual es evidente la alta presión social normativa, todo la discusión corporal parece centrarse en diferenciarse del otro (especialmente del adulto y de los exogrupos) y a la vez buscar un parecido reasegurador con los otros (miembros del propio grupo) a través de signos corporales, como vestimenta, peinado, tatuajes, ritmo corporal, posturas.
A lo largo de la vida son frecuentes conductas de expresión somática: el cuerpo en sus distintos sistemas (digestivo, respiratorio, piel, etc.) y a través de las necesidades fisiológicas (alimentación, eliminación, sueño) puede manifestar dificultades, encontrar un medio de relación con los otros ya sean reales o fantasmáticos ((imágenes parentales) o mantener defensas sobre pulsiones sexuales o agresivas que aún no se pueden manejar.
El cuerpo propio también puede ser un objeto transicional, a mitad de camino entre objetos externos e internos y ser investido de amor como en el narcisismo secundario o agresivamente como en las autoagresiones, intentos suicidas, fobias dismórficas.

El diálogo como encuentro. Aproximaciones a la relación profesional de la salud-paciente

Francisco Bohórquez , Luis Jaramillo E Colombia
http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1132-12962005000200008&script=sci_arttext
La realidad del otro no está en aquello que él revela,
sino en aquello que no puede revelar;
por ello, si quisieras comprenderlo, escucha,
no lo que él dice, sino lo que él no dice. Kahil Gibran
El acto profesional de cuidar la salud se ha ido deteriorando en la medida que la comunicación con el paciente se restringe a encuentros cada vez más técnicos, distantes y fríos que esquivan el diálogo y privilegian la “información”. Esto plantea un reto al personal de salud, particularmente, a las escuelas y facultades de ciencias de la salud. Hoy más que nunca, en un mundo que sucumbe en el conflicto y la intolerancia, resurge la necesidad de reconocer la enfermedad, más allá del mero hecho biológico, como hecho social y cultural; de volver a valorar el diálogo como estrategia que permite el encuentro, dando sentido a nuestra existencia y haciéndonos humanos en el acto de enfermar y de sanar.
Introducción Para entender la enfermedad es necesario interpretar nuestra corporeidad, nuestro cuerpo se expresa con sensaciones y las sensaciones con palabras. La palabra es un medio portentoso, pero resbaladizo, que nos ayuda a descubrir las sensaciones profundas e intangibles de nuestro cuerpo. Corporeidad va más allá de la idea “soy cuerpo”; Zubirí la plantea como el todo humano que explica la complejidad humana. En su complejidad el cuerpo existe en siete dimensiones: física, emocional, mental, trascendente, cultural, mágica e inconsciente; integrados en estas dimensiones nos hacemos humanos y nos diferenciamos de las otras criaturas vivientes. Inherente a la palabra está el escuchar, como sucede al músico, interpretar nos exige antes escuchar. Para cuidar la salud se requiere “escuchar” la corporeidad. El lenguaje del cuerpo es psicosomático, las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones surgen de experiencias corpóreas y es imposible expresar sensaciones que no hayan sido hechas conscientes por el cuerpo.
El lenguaje, así como el cuerpo, es ambivalente, la palabra se inscribe en la polaridad de dos o más planos de significado: “la infinitud de aquello que comprendemos, y la finitud de lo que realmente queremos decir“. La enfermedad habla por el enfermo; por ejemplo, el enfermo de los ojos no puede “ver” las cosas claras, la enfermedad coronaria es además de estrechez arterial, frecuentemente “escasez” afectiva; en fin, la enfermedad nos desnuda, nos hace ser sinceros de otra forma. El cuerpo experimenta lo que la persona no ha asumido conscientemente; los contenidos de la mente generan su contrapartida en un cuerpo que enferma. La enfermedad es una búsqueda interna de equilibrio y otra forma de salud.
El enfermo es verdugo y víctima a la vez. No basta entender las relaciones funcionales de las enfermedades, éstas de por sí no dicen nada del enfermo. Puede ser más importante analizar las circunstancias en las que surge la enfermedad, las ventajas que ella permite, los esfuerzos que se evitan con ella. Identificadas las falencias que la enfermedad nos revela, es posible asumir lo que nos falta para reconocer lo que todavía no somos y necesitamos aprender. La curación es la consecución de la plenitud y la unidad, el hombre sana cuando encuentra su verdadero ser y se unifica con él; la enfermedad obliga al ser humano a no abandonar el camino de la unidad. Por ello, “la enfermedad es un camino de perfección”.

El lenguaje del cuerpo

A partir del momento en que tomamos conciencia de nuestra corporeidad, empezamos a ser conscientes de su lenguaje. Las caricias, los mimos, la lactancia, el aseo; el calor que la madre prodiga al hijo, son las primeras señales corpóreas que despiertan sensaciones en la nueva vida. Empieza a constituirse una sensación de bienestar que nos configura y nos da una idea de lo normal. De esta forma, cuando nos llega la enfermedad, los cambios que se presentan en el cuerpo, las incomodidades y dolencias que surgen, nos sirven para reconocer nuestra limitación y finitud: poco a poco aprendemos que podemos padecer el dolor y que moriremos algún día. Aunque sepamos que el mundo seguirá existiendo, a pesar de que nuestro cuerpo deje de hacerlo, éste es nuestro primer mundo, y pareciera que sin él, no podemos concebir la existencia. La vida es la vida de nuestro cuerpo físico y nuestra desaparición significaría la desaparición del mundo. La disolución del mundo es nuestra disolución corpórea; éste es un problema ontológico: la vida es la vida porque nuestra propia vida la percibe. Nuestro cuerpo nos comunica con el mundo de la vida, ese “mundo en el que nos introducimos por el mero vivir nuestra actitud natural, que no nos es objetivo como tal, sino que representa en cada caso el suelo previo de toda experiencia”. Su existencia depende de la conciencia que tenemos de él: aquí estoy, yo soy, existo, el mundo es lo que percibo con mi ser. Para Gadamer “el hombre está capacitado para elevarse siempre por encima de su entorno casual, porque su hablar hace hablar al mundo”.
Pero aunque la vida tome conciencia de sí gracias a los sentidos de nuestro cuerpo, de poco serviría sin la conciencia del entorno. Después de superar la fase egocéntrica, el ser humano se socializa. El mundo ya no es sólo mi cuerpo tangible, va más allá; el mundo es el mundo que comparto con otros y toma sentido porque hay otros seres, especialmente, por lo que siento por ellos. De nuevo es un sentimiento el que da sentido de vida, esta vez, dirigido hacia un cuerpo que siente y aquello que le rodea. Esta es una sensación que nos pone en contacto con nuestro cuerpo y nos da sentido vital. El sentido de vida y de muerte cambia; yo existo siempre y cuando existan otros que piensan en mi, puedo morir físicamente pero vivir para otros que aún me recuerdan; entonces: ¿cuándo se muere? ¿dónde empieza la muerte?; podemos estar muertos en vida cuando no vivimos para nadie, o podemos vivir aún en la muerte por nuestras acciones realizadas en vida.
La enfermedad juega un papel importante en esta segunda relación. La enfermedad y la muerte de nuestros seres queridos nos causan hondos impactos y nos hacen conscientes de nuestra finitud, pero además, nos hacen conscientes de la necesidad que tenemos de esos otros. En el lenguaje de la vida se alberga el lenguaje de los sentimientos, pero la construcción de esos sentimientos requiere de comunicación y diálogo consigo mismo, con los otros y con lo otro. El ser humano es un ser comunicativo que entra en vivencias y experiencias significadas con otros; lenguaje vivo que implica que el otro esté presente, en el que se presupone un entendimiento mutuo. “En una comunidad lingüística real no nos ponemos primero de acuerdo; al estar en diálogo, estamos ya de acuerdo.”
Cuando enfermamos surge la necesidad de comunicarnos. Comunicar lo que se siente es fundamental para la vida. La enfermedad nos hace conscientes de la necesidad del otro. Aquel niño que llora intensa y desesperadamente, pero no lo consuelan fácilmente el calor y los mimos de la madre, tiene un mensaje: la madre sabe que algo anda mal. Cuando adquirimos la palabra, surge el léxico que expresa nuestras percepciones: cansancio, malestar, ardor o dolor; comunican síntomas físicos junto a las expresiones gestuales y los cambios de conducta. Nos volvemos intérpretes y traductores de nuestro cuerpo con un fin concreto: buscar alivio. Quien enferma está en situación de necesidad y dependencia de otros y para lograr ayuda, la comunicación es fundamental.
Ante la anormalidad hay primero una comunicación interior. Las señales de desagradado que nos alteran e impiden atender nuestra vida cotidiana, dan inicio a un primer diálogo terapéutico: hablamos con nosotros mismos, ¿qué me pasa?, ¿es esto normal?, ¿por qué me siento mal?, ¿será lo que comí?, ¿tendré un resfriado? Surge la necesidad de saber y entender lo que ha cambiado en nuestro cuerpo; recurrimos a nuestras experiencias y conocimientos, analizamos el comportamiento de los síntomas, evaluamos los cambios que se tienen con el curso del día y con nuestras actividades. Pero además, valoramos las posibles repercusiones: el tiempo que podrá durar el problema, las dificultades que genera para nuestro trabajo, los costos que podrá tener el atenderlo, las actividades que tendré que posponer. La enfermedad nos hace comunicar, pero no de cualquier manera; la enfermedad nos conmina a dialogar. Dialogamos con el pasado para comprender lo que pueda significar el presente y ello nos lleva a dialogar con el futuro para visualizar lo que podría significar su progreso. Enfermar nos expone ante una situación extrema, enfermar nos coloca es crisis, nos pone en situación. La enfermedad nos hace impotentes y huérfanos; al estar enfermos buscamos compañía, consuelo, cuidados y alivio. Inicialmente, buscamos ayuda con nuestros más próximos, caso de la madre con su hijo enfermo, quien se torna solícita y orienta sus cuidados; pero el papel del otro próximo lo representa además de la madre, otros familiares y amigos que pueden entender nuestro sufrir. Cuando esto no basta, por fin recurro al médico, con la convicción de entender desde el otro mi existencia y no sólo mis dolencias. El encuentro con el médico tiene como meta comprender y superar el síntoma; para ello, se requiere del diálogo.
Este debe ser el papel del profesional de la salud. Por ejemplo, en la enfermería se asume como rol fundamental el cuidado. La enfermera asume el cuidado del paciente desde muchas dimensiones, en su aseo, con los medicamentos, en la toma de muestras para el laboratorio, está atenta de las necesidades fisiológicas del paciente, todo esto, en el ámbito físico-biológico.10 Sin embargo, el cuidado emocional, no hace parte de los discursos formales de la salud en cuanto a funciones instrumentales, sino que es una función silenciosa; inclusive, de relación afectiva en el reconocimiento del otro que, en términos de Levinas “se trata de considerar a ese otro como alguien distinto a mí pero que a su vez, se parece a mí”; permitiendo entonces, desde el cuidado que se ejerce al paciente, sentimientos que tocan con su intimidad.
Desde el diálogo, se cruzan afinidades y diferencias, pues ese otro (el paciente) "también es poseedor de una razón". Aquí el diálogo y la palabra no son meramente accesorios de comunicación y entendimiento, sino que son esenciales al encontrarse y ser en la palabra algo en común, pues en medio del habla, el otro me aprehende y a la vez, yo lo aprehendo a él. En los cuidados que brinda la enfermera al paciente, emerge un diálogo terapéutico relacionado con su estancia en el hospital, con sus deseos de ser visitado, su percepción frente al dolor, la intimidad de mostrar su desnudez y otras serie de percepciones relacionadas con su enfermedad. Allí se dan relaciones de afecto y alianza que suelen ser espontáneas y naturales con la enfermería, aunque ocasionales y lejanas con el médico.Obviamente, la enfermedad no sólo necesita afecto, ella debe ser entendida y atendida y por tanto necesita ser comunicada y analizada. La mejor atención de la enfermedad se da cuando se logra su comprensión y para que esto sea posible se requiere comprender otro lenguaje; el lenguaje corpóreo, que es la expresión de lo que sentimos desde nuestro ser total (cuerpo, pensamiento y emoción). En tal sentido, quien aspire a comprender el lenguaje del cuerpo, debe aprender dos idiomas: por un lado las palabras que nacen de las sensaciones y por el otro las expresiones corpóreas; el conjunto de estas nos habla de la persona y sus problemas.
Enfermedad: dolor y placer apalabrado
La enfermedad nos hace sujetos cautivos del lenguaje corpóreo. Fuera de la enfermedad, tal vez sólo el placer sexual nos hace tan conscientes de las señales del cuerpo. El ejercicio o el trabajo nos ponen en contacto con lo que somos, pero no nos hablan tan fuerte como el placer y el dolor. Placer y dolor son los despertadores de nuestros sentidos; sabemos con certeza que estamos vivos bajo sus efectos. Al fin y al cabo, placer y dolor son caras de la misma moneda, sensaciones intensas que nos hacen conscientes de la vida. Con frecuencia, vivimos parte del tiempo en nuestro cuerpo sin sentirlo. Buscamos el placer para sentirnos vivos, pero tan pronto como lo alcanzamos, somos conscientes de su existencia efímera, de su transitoriedad; el placer es sólo una ilusión pasajera y limitada, un camino seguro y cierto hacia el dolor de reconocer que ha transcurrido. Una vez alcanzado el placer, experimentamos temor de perder lo que nos sacia y a la vez, la insatisfacción de ver que aquello que nos llena, en realidad nos deja vacíos; pero esa desilusión es tan pasajera como la ilusión que nos lleva en su búsqueda y entonces reincidimos Placer y dolor son los responsables del sentimiento trágico de la vida. “Los humanos sólo se aman con amor espiritual, cuando han sufrido juntos un mismo dolor... cuando sufren su gozo, gozando su sufrimiento. El dolor es el camino de la conciencia y es por él que los seres vivos tienen conciencia de sí... la conciencia de sí mismo, no es más que la conciencia de su propia limitación”.
El lenguaje del cuerpo enfermo es el lenguaje del sufrimiento y del temor de nuestro ser. Se sufre por el dolor y se teme por la muerte, la enfermedad de aquellos seres que queremos nos recuerda que ellos son también pasajeros. Rendir tributo al ser que se va, es rendir tributo a la vida, dar sepultura es algo más que un acto social o un rito religioso, reunirse ante el sepulcro del ser querido es un acto de amor y dolor, es un lenguaje espiritual. El dolor y la muerte de los seres más queridos, como sucede con los hijos, es la más dolorosa de las experiencias. Estamos dispuestos a morir primero que los hijos, biológica y emocionalmente nos preparamos para ello, pero no estamos dispuestos a verlos morir, son parte de nuestra vida y su muerte se convierte en nuestra muerte anticipada, en la pérdida de lo más amado, es la pérdida de lo co-creado, de nuestra obra más trascendente, la creación de otra vida. Lo que nos ata definitivamente al tiempo y por tanto a la mortalidad, es nuestro cuerpo.
El lenguaje del dolor es un lenguaje complejo. El dolor es “una sensación desagradable y una experiencia emocional que es subjetiva y que se expresa con palabras relacionadas con situaciones que ha tenido cada persona desde su infancia” Hablar de lo que se siente no es sencillo. Las sensaciones del cuerpo varían con el estado de ánimo, la personalidad, el ambiente educativo y las circunstancias sociales, entre otros; ello hace que un malestar para una persona sea insoportable y para otra, insignificante. Las sensaciones corpóreas están sujetas a dos interpretaciones: las que la mente hace del cuerpo y las que la cultura hace en el contexto social del padecer. Por ello, el campesino es normalmente poco quejoso de molestias físicas y hasta puede enorgullecerse de su capacidad de soportar dolor; mientras que un joven citadino suele ser susceptible a mínimas molestias, porque su forma de vida lo hace más frágil. En tal sentido, sufrir puede ser un acto valeroso o una tragedia creada.
En sí mismo el dolor es una representación del mundo cultural de las personas. Las circunstancias ambientales, las emocionales, son factores de riesgo; la insatisfacción con el trabajo, las relaciones sociales ingratas, la depresión, el estrés y la ansiedad, facilitan la aparición de dolor incluso sin un factor físico presente.e Los conflictos psíquicos pueden presentarse como fenómenos de conversión: la sensación de llevar muchas responsabilidades puede generar dolor de espalda, una persona confundida tiene dolor de cabeza.19 En este sentido, el dolor suele expresarse como metáfora de lo que se siente; cada cultura desarrolla un lenguaje del dolor que lo define como enfermedad.
Hablar de las sensaciones del cuerpo es dar nombre a lo innombrable. Cuando nos embarga el dolor o el placer ¿qué importan las palabras?. Tal vez ellas cobran sentido cuando miramos de lejos lo vivido y queremos evocarlo o, cuando buscando superar el dolor, necesitamos ayuda. Por eso, cuando reflexionamos sobre experiencias placenteras o dolorosas, nos reconocemos humanos en tales circunstancias y necesitamos darles nombre, apalabrarlas. Placer y dolor son expresiones de totalidad; envueltos en el dolor o en el placer somos íntima y eternamente nosotros, nos sabemos en unidad cuando disfrutamos o sufrimos intensamente. Ambas situaciones extremas nos acercan a lo sublime de forma total: gozar o padecer remiten a la ineludible necesidad de trascender, de cuestionarnos por lo que hay más allá de aquello que nos pone en condición extrema, nos enfrenta con el espíritu, con la divinidad. Surge la plenitud o el desasosiego como sensación y pregunta a la vez; se hace imperativo conocer su sentido. Es por esto, que para dar alguna explicación y buscar significado necesitamos del lenguaje. Platón consideraba que lo humano, por naturaleza, son el placer, el dolor y los deseos. Sin embargo, cuando tratamos de expresar tan recónditas percepciones son bien difíciles las palabras. “El Tao que puede ser expresado no es Tao perpetuo, el nombre que puede ser nombrado no es nombre perpetuo. Sin nombre, es Principio del Cielo y de la Tierra... su vacío es para el Tao su eficacia. Nunca se colma”.
Tal vacío tiene un sentido. El vacío existencial nos impulsa a vivir, a ser trascendencia. A pesar de faltarnos palabras nos sobran deseos después de cada situación intensa; deseos de vivir o incluso de morir. Nos levantamos como el ave Fénix de entre las cenizas o por el contrario, nos vienen profundas depresiones: el desencanto de vivir. Pero independiente del sentido que nos impulsa ese vacío, hay una energía intensa y transformadora. Para llegar a percibir la importancia de la vida es necesario percibir lo profundo de la muerte. Valoramos la vida estando cerca de la muerte. “Quien tiene algo por qué vivir es capaz de soportar cualquier cómo”, decía Nietzche y ese cómo, la salvación del hombre, de una u otra forma está atravesado por el amor.
Relación profesional–paciente
"Yo les pregunto a los médicos y ellos me contestan que hay cosas que uno no entiende, porque uno no entiende los términos de ellos”, “las palabras que ellos usan no siempre las entiendo, es como cuando hacen una fórmula que uno tiene que ir a una farmacia para que le expliquen a uno porque uno no entiende. Escriben y hablan muy enredado" (relatos de paciente).12
En estudios recientes, la percepción del paciente respecto al médico se comprende porque el paciente confía mas en él por su conocimiento acerca de su enfermedad y tratamiento, que por la relación de diálogo que se pueda establecer entre los dos, es decir, el paciente confía que el médico es aquella persona que posee las aptitudes y competencias para tratar su enfermedad. Confianza que proviene más desde el tratamiento instrumental de la enfermedad que desde el afecto. Seguridad que guarda la esperanza de su recuperación y alivio y no una confianza mediada por un trato que responde al afecto; inclusive, y en términos de Foucault, es la "mirada" que se otorga a partir del conocimiento del otro y no sólo en el conocimiento de los libros.24
La medicina clásica que se transformó en medicina científica trajo consigo notables aciertos de racionalidad y pétreos desaciertos de afectividad. Hoy día que la tecnología agilizó la velocidad y precisión diagnósticas y que contamos con más y mejores opciones terapéuticas, ha surgido un declarado deterioro de la calidad de la atención en salud, que además de las brechas económicas y administrativas para acceder a los posibles beneficios, se han erigido obstáculos dialógicos por parte del personal de salud. Los médicos, parecen estar perdiendo en proporción inversa al incremento del conocimiento y el estrés de su profesión, su afectividad, su sencillez y devoción; hecho que se ve expresado en un lenguaje técnico, frío y distante que algunos reconocen públicamente.25 El médico podrá conocer la enfermedad que padece el paciente y su respectivo tratamiento, pero, ¿qué tanto llega a conocer su aspecto emocional y afectivo?.
Conclusión
El encuentro profesional-paciente es una oportunidad para comprender y trascender. Comprender implica ir más allá de una entrevista. Dadas las circunstancias clínicas, el encuentro nace como interrogatorio, pero se torna significativo cuando se hace diálogo, cuando supera el hecho de preguntar para saber y surge el acto de conversar para conocer. El diálogo convertido en terreno y momento de comprensión permite a ambos escuchar y expresar; de esta forma, el síntoma se despliega y se amplifica, permitiendo que hable lo corpóreo, lo que posibilita al paciente detallar, relacionar y descubrir de sí; y al profesional analizar, explicar y proponer. El diálogo profesional-paciente como acto de comprensión es acto de descubrimiento, interpretación y creación, que permite descifrar y discernir el acertijo de la enfermedad, generando aprendizaje y promoviendo transformaciones. El diálogo que permite vislumbrar opciones hace del encuentro un acto terapéutico.
El diálogo terapéutico cambia el estado de consciencia del sujeto frente a sí mismo; superando la frecuente percepción de víctima que hace del paciente un ser inválido y dependiente, y a su vez, superando la posición de redentor que hace del profesional un ser autoritario y dominante. El diálogo cambia la idea de enfermedad como castigo o desgracia, tornándola en oportunidad para la comprensión de la situación humana; además, trasciende la alienante visión del cuerpo como objeto patológico y lo revela como corporeidad, que reconoce al sujeto como Ser en situación, protagonista y creador de su realidad. A este cambio de consciencia es que podríamos llamar Salud, especialmente por el hecho de ser un proceso de transformación, más que un simple estado. Atendiendo a la maravillosa dinámica y compleja mutación de la vida, la salud vista desde el encuentro profesional-paciente, es un desplazamiento desde el temor de no querer enfermar, hacia la activa certeza de saber trascender, reconociendo la enfermedad como la situación humana que nos demuestra que somos seres inacabados en búsqueda de unidad.

sábado, 5 de octubre de 2013

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA

“Todo depende del cristal con que se mira”
"No son las cosas mismas las que nos inquietan, sino las opiniones que tenemos de ellas"
Epicteto
"lo que llamamos realidad no es sino descripciones del mundo" Castañeda

Cada mañana esperamos encontrar "allí afuera" que el mundo continúe su marcha tal como lo dejamos, que los objetos y vínculos persistan, que los proyectos y rutinas se desplieguen como esperamos. Esta es la certidumbre de nuestro vivir cotidiano, que nos permite organizarnos, pensar futuros, dejarnos ganar por el sueño cada noche, sabiendo que todo seguirá allí.
No es que no exista lo real, vivimos en un mundo que no es fruto de nuestra invención, pero las descripciones que hacemos de él, la mirada particular con que rescatamos algunos acontecimientos, determinados sectores de la realidad y excluímos otros llevan la marca de nuestra estructura. Nos acercamos al mundo, y lo recreamos a través de nuestro propio modelo. Es como un mapa que sirve para orientarnos pero el mapa no es el territorio, es una percepción particular, una representación.
Las creencias, las cogniciones son construcciones personales, familiares, culturales y operan como mecanismos de aprehensión. Si son rígidas, pensadas como mirada única de la realidad, se tornan disfuncionales, se pierde gran parte del fluir de la existencia- La posibilidad de crecimiento y cambio radica en entender que el malestar deviene de las representaciones que se hacen de la realidad, y no de los hechos. Como agentes de cambio ayudamos a los pacientes a "descubrir" su propia realidad constructiva de forma creativ y a modificarla protagónicamente.

VIVIR CON SIGNIFICADO

"Ay de aquel que ya no veía una meta en su vida delante suyo, cuya vida ya no tenía contenido, no descubría un fin en ella, se le esfumaba el sentido de su existencia... Tales personas que de esta manera ya no tenían a qué aferrarse, se dejaron caer enseguida. La contestación típica con la que enfrentaron a todos los argumentos para darles ánimo, era siempre: ‘Yo ya no tengo nada que esperar de la vida’." (Viktor Frankl, "El hombre en busca de sentido").

.V. Frankl- creador de la Logoterapia- plantea que el hombre es un incansable buscador de sentido. Muchas veces esta búsqueda de sentido puede surgir de la curiosidad ante lo incomprensible, de la limitación o insatisfacción de la vida en sí misma Para Frankl el término ‘logos’ se define como ‘sentido’ y ‘espíritu’ se refiere a la voluntad de descubrir y satisfacer la necesidad profundamente humana de vivir una vida con sentido El modo más sano de iniciar la búsqueda de sentido consista en palpar el valor de la vida, y maravillarse del hecho de existir
La Logoterapia, señala que ser persona, es una condición biopsicoespiritual, y significa sobre todo la facultad de ir más allá de todos los condicionamientos porque lo esencial y más valioso de la existencia humana se encuentra en su propia autotrascendencia. La autotrascendencia es la capacidad de salir de uno mismo para volcarse a una tarea concreta que realizar, a una persona a quien amar o incluso para entregarse a un sufrimiento inevitable
Cuando esta sensación de falta de sentido toma por completo la vida de una persona podríamos estar frente a la depresión noógena(espiritual) La misión del logoterapeuta es ensanchar el campo de visión..., ‘levantar la lámpara’ para que el paciente pueda ver y ampliar su horizonte de sentido.."Hay un sentido que late en nuestro futuro esperando por nuestra realización pues nosotros viviremos una sola vez y nadie puede sustituirnos en esta tarea”
Desde las distintas corrientes de Psicoterapia Cognitiva se sostiene que el aspecto más característico de la experiencia humana es la búsqueda y construcción de significado. El significado de los acontecimientos siempre es una construcción individual, consistente en un “paquete” que incluye distintas dimensiones: emotiva, cognitiva, evaluativa, y siempre termina remitiendo a una percepción específica del mundo, de si mismo frente al mundo, y de lo esperable, en términos de anticipación, de futuro
El significado personal está conectado con un modo de significar, propio de la organización unitaria que el sujeto ha ido construyendo durante el curso de su desarrollo maduracional. Esta organización de significado personal es un proceso ( no una entidad), es la forma, la modalidad o la manera de procesar la experiencia conocimiento, una especie de clave interpretativa para comprender la realidad, de carácter esencialmente dinámico, instrumentos explicativo hipotético también para el Terapeuta.
La corriente Cognitiva Postracionalista (Guidano) explora diversas organizaciones de Significado y el modo en que se han construido- y pueden ser reconstruídas en situaciones vinculares. En la Organización de Significado de corte Depresivo (OSD) la persona no se siente atendida, no tiene soporte emotivo, lo que aparece ligado a circunstancias históricas de ausencia o pérdida La OSD presenta la tendencia a responder a cualquier evento de la vida en la forma de desamparo y desesperanza, ya que organizan la trama de estos eventos en términos de pérdida, desilusiones o fracasos. El significado personal aquí está centrado en el sentido de soledad, y está organizado en un circuito recurrente de esquemas emocionales que oscilan entre el desamparo y la rabia; y luego, el ordenamiento explícito o consciente, en términos de una imagen negativa de sí mismo y de una atribución de causalidad interna, global y estable. Tiñe de un color oscuro toda la vida e interfiere severamente en las relaciones afectivas, laborales o sociales. Los pensamientos negativos en la OSD son generalmente acerca de una o más de tres áreas: visión negativa de uno mismo, del mundo y del futuro. Esto se conoce como la tríada cognitiva (Beck)
Cuando adquiere el carácter de Trastorno del estado de ánimo, invade globalmente la forma como se interpretan los distintos eventos que ocurren en la vida cotidiana. Por ejemplo, si en un restaurante el mozo se demora en atenderlo, la persona piensa que lo considera de menos categoría que los demás clientes, y piensa que no la quieren en su trabajo si alguien ignora celebran algún logro o cambio. Lo que caracteriza este esquema de pensamiento es que la persona está convencida de que su “desgracia” es permanente, engloba su vida entera y no tiene forma de controlarla. Piensa que tiene la culpa porque algo anda mal en su interior, porque tiene una falla interna. Y, por el contrario, cuando obtiene un logro personal, como una buena calificación o éxito en un negocio, lo atribuye a la buena suerte u otro factor externo, jamás a su habilidad ni a su inteligencia. Vive acumulando supuestos o reales fracasos, en una especie de profecía autocumplida, aterrada frente a posibles catástrofes
Esta manera de procesamiento emocional cotidiana va a gatillando sentimientos y emociones como tristeza, rabia, miedo, frustración, desesperanza. Se siente desvalorizado, con su autoimagen por el suelo y encima culpable de lo que le pasa e incapaz de encontrar soluciones o producir un cambio en su vida. Lo peor es que todo esto es acumulativo hasta terminar en crisis.
¿ A que se debe esta forma permanentemente negativa de procesar los eventos? Es un estilo que comienza a construirse en la infancia, se consolida en la adolescencia y se refuerza en la vida adulta Habitualmente estas personas han tenido padres que no se preocuparon demasiado de ellas, lo que las ha llevó a construir esta actitud como de rechazo, como que ellas no merecían ser queridas ni apreciadas. O bien, fueron demasiados absorbentes y nunca le permitieron tomar decisiones, hasta transformarlo en un ser inseguro, incapaz de confiar en sí mismo, necesitado del apoyo de alguien para funcionar sin deprimirse, para iniciar ocupaciones, para alcanzar metas. Seligman propone su Modelo del Desamparo Aprendido para explicar esa sensación de carecer de control frente a las dificultades, darse por vencido por la creencia global de impotencia, de ineficacia
Estas personas tienden a contemplarse a sí mismos y sus relaciones desde una óptica negativa, a recluirse, experimentan falta de motivación, ante cualquier propuesta se preguntan ¿para qué? Su modo de procesar les hace recortar la parte negativa de los sucesos, son muy sensibles a la crítica o desatención, su frustración les impide recibir ayuda o rescatar lo positivo
Suelen registrar oscilaciones en el humor( tristes- eufóricos) en la comunicación ( parcos- verborrágicos) en la actividad (pasivos- activos), asociadas a oscilaciones en la autoestima, cuya construcción es insuficiente y dependiente de hechos u opiniones ajenas.
Estos modo de interpretar la realidad y de vivenciar emocionalmente tiene impacto sobre el funcionamiento ocupacional. Si predomina la sensación de que todo control es externo,“ nada depende de mí”, no logra tomar decisiones ni planificar o resolver. Si tiene una visión desesperanzada del futuro le abruma el miedo al fracaso, se pierde sentido, no se discriminan intereses, nada produce placer. Los hábitos se desorganizan, las rutinas se lentifican, se pierden roles, habilidades para relacionarse y comunicarse con los demás

¿En qué consiste el trabajo de terapia? Canalizar esas emociones dolorosas, muchas veces en forma automática, y que le dan la sensación de que está literalmente predestinado a fallar en todo. Se procura facilitar el proceso de autoobservación y reflexión, generar ocupaciones y tareas concretas que promuevan la revisión de las construcciones Se procura explorar y ampliar la forma que tienen de interpretar y de construir los eventos de su vida. La meta es ir descubriendo juntos, los acontecimientos concretos que provocan construcciones estereotipadas. El terapeuta ayuda a abrir puertas a un futuro en el que la historia dominante (depresiva) se diluya ante la llegada de pequeñas e insignificantes historias o acontecimientos que generen relatos encaminados a un futuro libre, sin rechazar la historia del individuo, ni del sistema en el que desarrolla su existencia (individual, familiar, social y cultural). Esto significa prestar más atención a los recursos que a los déficits, lo que supondrá, inicialmente cierto distanciamiento (que no olvido) de los diagnósticos médicos y psicológicos tradicionales, funcionar como "consultores" de personas competentes, más que como terapeutas, para crear un discurso y un efecto de esperanza y eficiencia. El modelo cognitivo-conductual parte de las características de la organización de la personalidad, de los modos y formas del pensamiento y de modelos experimentales como la indefensión aprendida. En el modelo relacional toman sentido diversas pautas interaccionales y comunicacionales como "el interés cuidador" del cónyuge sano, las relaciones conyugales incongruentes (víctima / victimario), describiendo el sistema familiar como caracterizado por escasos intercambios interactivos con el exterior, y dentro del propio sistema, las escasas interacciones, consistentes fundamentalmente en actitudes punitivas o de reproche.
Todas estas explicaciones de la depresión son precisamente eso, aproximaciones y construcciones teóricas e hipotéticas de lo que observamos. “El riesgo de estas visiones es la posibilidad de que se conviertan en "realidades observables", rígidas y que anticipen las cualidades y cantidades medibles de aquello que tenemos ante nuestros ojos, confirmando nuestras visiones apriorísticas y dirigiendo nuestra actuación hacia intervenciones que enajenen a los pacientes de sus propias historias, así como de sus posibilidades de creación en el encuentro terapéutico de historias alternativas. Todo esto nos lleva a considerar la importancia de la relación terapéutica y de la coparticipación de paciente/familia y terapeuta en el encuentro terapéutico. Así co-construimos y co-diluimos múltiples tipos de depresiones diferentes, tantos como diferentes encuentros terapéuticos realizamos... “( Haze Duaso, 2001)

Depresiones y terapia sistémica






Depresiones y terapia sistémica- Interpsiquis 2001- Haza Duaso, González Jiménez
 La depresión es un constructo con múltiples significados que se atribuyen desde el ámbito psicológico y psiquiátrico, pero también desde el filosófico, literario y sociocultural. En la depresión se refleja el devenir humano, la historia de las relaciones de la psiquiatría con otras ciencias que podemos denominar limítrofes, de las que "han bebido abundantemente", y a las que, de diversas maneras, "han alimentado" a través del tiempo.  En las múltiples "caras" de la depresión observamos un mismo trasfondo: la tristeza, como la incapacidad para disfrutar de las "cosas de la vida" y sobre todo, para "construir" un futuro. La persona depresiva "no tiene futuro", sólo tiene un presente y un pasado, que constituyen una historia congelada, su historia de la depresión.
 El Terapeuta debe ayudar a abrir puertas a un futuro en el que la historia dominante (depresiva) se diluya ante la llegada de pequeñas e insignificantes historias o acontecimientos que generen relatos encaminados a un futuro libre de la dominancia de la enfermedad, sin rechazar la historia del individuo, ni del sistema en el que desarrolla su existencia (individual, familiar, social y cultural). Esto significa prestar atención a los recursos, lo que supondrá, inicialmente cierto distanciamiento de  diagnósticos médicos y psicológicos tradicionales. Funcionaríamos como "consultores" de personas competentes, más que terapeutas, para crear un discurso y un efecto de esperanza y eficiencia en quienes nos consultan.
Cuando hablamos coloquialmente y decimos que alguien está deprimido, nos estamos refiriendo a nuestra percepción de la expresión de un sentimiento, al que siempre añadimos una explicación o atribución, que pueda dar cuenta del porqué de esa "actitud". Cuántas veces hemos hablado de personas, que expresan sentimientos, pensamientos o actitudes de tipo depresivo, refiriéndolas como víctimas de alguna experiencia vital desagradable. Esto es algo que se ha incorporado abiertamente a nuestro bagaje individual y sociocultural.
Desde los modelos psicoterapéuticos se presentan diversas explicaciones etiopatogénicas de la depresión.
 El paradigma psicodinámico centra su explicación en historias de pérdidas, separaciones, elaboración de duelos.
 La Terapia Cognitiva Conductual  parte de características de la organización de la personalidad, de modos y formas del pensamiento y de modelos experimentales como la indefensión aprendida.
 En el modelo relacional toman sentido pautas interaccionales y comunicacionales como "el interés cuidador" del cónyuge sano, las relaciones conyugales incongruentes (víctima / victimario), describiendo el sistema familiar como caracterizado por escasos intercambios interactivos con el exterior, y dentro del propio sistema, las escasas interacciones, consistentes fundamentalmente en actitudes punitivas o de reproche
 Todas estas explicaciones de la depresión son precisamente eso, construcciones teóricas e hipotéticas de lo que observamos cuando ante nosotros tenemos un individuo deprimido.  El riesgo de estas visiones es la posibilidad de que se conviertan en "realidades observables", rígidas y que anticipen las cualidades y cantidades medibles de aquello que tenemos ante nuestros ojos, confirmando nuestras visiones apriorísticas y dirigiendo nuestra actuación hacia intervenciones que enajenen a los pacientes de sus propias historias, así como de sus posibilidades de creación en el encuentro terapéutico de historias alternativas.  Todo esto nos lleva a considerar la importancia de la relación terapéutica y de la coparticipación de P /familia/ T en el encuentro terapéutico, donde co-construimos y co-diluimos múltiples tipos de depresiones en  múltiples encuentros. Cada "depresión" tiene una historia propia, personajes y actores únicos que toman sentido en el encuentro terapéutico y por tanto es importante descubrir dónde están los anclajes de las descripciones de la realidad ( "depresiva"), que tienen los personajes para poder cambiar dichas descripciones.
   Intentaremos relacionar tales descripciones o situaciones depresivas con los aspectos evolutivos, históricos (individuales y fliares) y complejos (narrativas) que les dotan de sentido. Para ello hemos distribuido las "depresiones" a lo largo de un continuum de hipótesis o metáforas-guía que pueden resultar útiles para planificar nuestras intervenciones con clientes deprimidos y su entorno. Iremos en nuestro recorrido desde la utilización de las crisis (cómo se presentan a la terapia), pasando por "juegos interaccionales y evolutivos", hacia construcciones más complejas en las que necesariamente se ha de tener en cuenta el pasado, presente y futuro, la historia individual y familiar, mitos y vivencias individuales, que influyen de manera determinante en la narración sintomática (historia dominante, narrativa saturada por el problema), pero que, a un tiempo, permiten en el encuentro terapéutico abrir posibilidades y alternativas de futuro ("tan negado por su inexistencia u oscuridad" en los depresivos). 
1-Las depresiones inesperadas o  crisis depresivas, en las que la pérdida del objeto (real, imaginario o fantasmático), se produce de manera abrupta e incomprensible. Aquí podrían entrar los trastornos por estrés postraumático, trastornos adaptativos en los que se crean narrativas en las que la pérdida tiene gran fuerza e intensidad por la cercanía. Sabemos por experiencia que son momentos en los que los deprimidos presentan una gran intensidad emocional en relación con la "pérdida, separación...", y en los que se puede trabajar terapéuticamente hacia una integración de la crisis en el proyecto vital futuro. Sin embargo hay casos que evolucionan hacia una intensificación continua de la historia de la pérdida y aspectos relacionados con ella, convirtiéndose en historia dominante para el deprimido y para los familiares.  
 "Un día salió de casa y no volvió..."
Mujer de 40 años. Casada, con dos hijas y un hijo. Un día su hijo salió de casa y no volvió. Murió de un accidente de moto. Ella decidió que donaran sus órganos. Se siente triste. Llora continuamente por la pérdida de su hijo. Con el paso del tiempo y algunas entrevistas, va tomando conciencia de que tiene que ocuparse de su familia. Nada ni nadie va a devolverle a su hijo, pero nadie va a quitarle los buenos recuerdos que tiene de él. "Además estoy orgullosa porque sé que cuatro personas viven hoy gracias a él". El marido no ha aceptado la pérdida, se rebela contra todo. "Algo se ha roto dentro de él". Las hijas echan de menos a su hermano. De vez en cuando hablan de él, de las cosas que decía y hacía. Siempre en ausencia del padre. Es un caso de duelo, la pérdida es real y grande, así como inesperada, pero se produce una integración de la crisis en el proyecto vital. Existe nostalgia, pero no podemos hablar de melancolía. 
II. Las depresiones en el ciclo vital, pueden tomar en el inicio formas de crisis depresivas, pero luego evolucionar hacia estados depresivos. Son aquellas que se producen en relación con la transición entre etapas del ciclo vital y acontecimientos inherentes a éstas (que no obstante pueden ser inesperados). Son "previsibles pero no se pueden evitar" Todas las problemáticas de depresión que puedan surgir aquí estarán en relación con dificultades de adaptación del individuo y de la familia. Surgirán narraciones de tipo depresivo en las que posiblemente "cualquier tiempo pasado fue mejor" o "cualquier tiempo pasado fue peor" de cualquiera de ambas maneras puede estancarse el proyecto vital individual y familiar.  Es distinto el caso de quien contempla con sentimientos de tristeza y soledad la situación de “nido vacío” después de una vida familiar fecunda y buena relación de pareja, que la de encontrarse sin los hijos,  contemplando las dificultades conyugales de toda una vida y sin proyectos  
"Me siento sola..." Mujer de 45 años, casada hace 25, con dos hijos (una hija y un hijo). Su matrimonio no ha sido todo lo bueno que ella hubiera deseado. El responsable de ello es su marido. Los hijos se están emancipando. "Los echo mucho de menos". Su marido sigue haciendo su vida de siempre. Siente grande la casa, su trabajo no la motiva. Se pasa el día llorando, se siente sola, triste y desamparada. La vida no le dice nada, no ve salidas. "No tengo a nadie". Sin embargo lo que parece una crisis depresiva en el ciclo vital, se complica. Hace un intento de autolesión. Su tristeza y desinterés por las cosas se torna en rabia. Achaca todos los males a su pasado "duro", con su familia de origen y su matrimonio. Quiere separarse, pero no puede. Tras el intento, la hija ha venido a cuidarla. "Desde siempre mis padres han estado como perro y gato". "Se pelean y mi padre me llama diciendo que va a marcharse de casa, y que yo tengo que ir a cuidarla". En la entrevista a la pareja todo son recriminaciones, se echan en cara todo lo que pueden, discuten amenazan... hasta que ella llora, se hace un silencio, llega la calma y preparación para el siguiente "asalto". Esta crisis depresiva en relación con el ciclo vital, se inserta sobre una situación estructural  
III. Las depresiones estructurales, que toman la organización de estados depresivos. Se repiten ("o nunca terminan de remitir") sin que ya nadie sepa los motivos ni siquiera intente comprenderlos, hasta el mismo T que huye de tanta pelea, amenaza, discusión y tristeza (en las mujeres), y tanto alcohol (en los hombres). El otro siempre tiene la culpa, hay una víctima y un victimario (se puede observar la incongruencia jerárquica). Por supuesto ambos piensan que el otro debe de dar el primer paso. Pero el miedo es tal que ninguno se atreverá a darlo. La vida no tiene sentido y cíclicamente terminan sus escaladas simétricas con "amenazas, gestos o intentos autolíticos". Es el campo propicio para la depresión llamada neurótica o distímica ( el rótulo condiciona la definición y ésta al rótulo). A nivel relacional de la pareja y de las familias de origen, es frecuente la existencia de triángulos de tipo manipulatorio que constituyen el anclaje fundamental para las depresiones estructurales: "Cuando las pérdidas, duelos, separaciones se asocian directamente o indirectamente a situaciones de triangulación manipulatoria, la tristeza se convierte en depresión, y deviene en un elemento relacional"  No necesariamente se presenta esta situación en parejas, también puede darse en personas solteras con depresión en las que la narración, en muchas ocasiones, se hace tan dominante que se confunde con la identidad. La primera aproximación terapéutica debe consistir en evitar esa confusión, y para ello la herramienta fundamental a utilizar sería fomentar el paso de historias dominantes de claro matiz individual a historias en las que se abra el campo relacional, creando posibilidades de verse, a través y con los demás de manera diferente, y formar así historias alternativas que surgirán de pequeñas microtransformaciones narrativas, y que se irán amplificando y consolidando a nivel histórico-relacional.  
"Distimia y alcohol" Acuden a consulta en pareja. Así han ido a todos los sitios desde que se casaron "contra viento y marea". Al principio fue todo bien, tuvieron que luchar para subsistir. Ahora han alcanzado un nivel socioeconómico desahogado, tienen un hijo de 10 años, y viven en su "tierra de siempre" con sus familias cerca. Tienen problemas. Él bebe y cuando más embriagado está se vuelve vociferante y autoritario. Ella se angustia, se vuelve irritable, le persigue por los bares y le recrimina en público su conducta. El no se encuentra a gusto, si no bebe se convierte en su ser taciturno, acobardado, triste y huidizo del contacto con la gente. Se encierra en su casa, llora por su impotencia y abandona todas sus tareas habituales. No necesita que le cuiden, sino que le dejen en paz. Cuando bebe se convierte en déspota, se enfrenta a todo tipo de situaciones, se siente capaz... pero después se siente culpable. Su mujer se lo recrimina, y él no consiente en eso, se irrita, bebe, se va de la casa... hasta que todo llega a ser insostenible. En ese punto buscan a alguien, abuelos, psicólogos, psiquiatras. Él es el agresor y ella la víctima. Llega la calma cuando todo amenaza con romperse otra vez. Vuelta a empezar. Ambos hacen buenos proyectos futuros. El dice que nunca se vio reconocido por sus padres, no aceptaron su matrimonio. Ahora aceptan a su mujer dado que el se degrada más y más. Ella es su fiel compañera que le ayuda en su misión...
IV. Las depresiones y la incapacidad con delegación de roles: En determinados tipos de depresiones, en su inicio o bien a lo largo del tiempo, la historia de incapacidad se prolonga. Se caracterizan por una total y absoluta falta de capacidad para obtener placer y desinterés por el mundo. En este caso, nosológicamente, podríamos hablar de muchos tipos de depresiones que van camino de convertirse en "largas historias" individuales y familiares que obligan a todos los personajes inmersos en la trama depresiva a interpretar sus papeles de acuerdo con ella. En estas depresiones puede ser determinante la existencia de la "triangulación imposible"  Siguiendo a J. L. Linares: " Es el efecto de la paternidad deteriorada que cuando se combina con una conyugalidad armoniosa, presenta un frente de rechazo y exclusión que compromete seriamente la nutrición emocional del hijo afectado. Y la carencia es tanto mayor cuanto, precisamente, resulta imposible la triangulación dada la armonía que existe en la pareja parental".  Se puede incluir en este grupo las depresiones mayores, las bipolares, recurrentes, y algunas distimias de larguísima evolución (llamadas "endorreactivas"). La faceta biológica toma especial relevancia con la utilización de antidepresivos. El problema radica en que se utilicen como única herramienta y de manera mecánica sin abrir espacios terapéuticos en los que familia y deprimido puedan construir narraciones futuras alternativas en las que la historia depresiva no sea dominante. A medida que se constituye el cuadro y se prolonga en el tiempo los personajes del relato se adaptarán a sus papeles, así tendremos al depresivo-incapacitado, al cuidador-protector, al médico-terapeuta, etc...Tal vez estas sean las depresiones paradigmáticas en las cuales, con distinta intensidad y calidad, encontramos características que podemos ver en todas y cada una de las múltiples depresiones incluidas en el "espectro depresivo".  
“La necesidad de ser cuidado.” Desde la adolescencia tiene crisis depresivas. Se casó. Tuvo tres hijos. Sólo queda una hija soltera que convive con el matrimonio. Salpicando su historia y la de su familia, aparecen episodios depresivos de intensidad grave, incluso en algunas ocasiones con sintomatología de orden psicótico. Casi siempre todos los intentos de abordaje han sido médico-biológicos, con buenos resultados a corto plazo, pero malos a largo plazo. La familia se ha ido configurando entorno a las crisis que cada vez han sido " más largas y de mayor intensidad". Esta última va durando hacia los dos años. No hace nada. Se siente triste, desesperada, con miedo de todo. En la casa su hija menor, soltera, ha tomado las riendas, renunciando a un trabajo para quedarse con loa padres y ocuparse del hogar. Tiene un novio pero no piensa casarse aún. Todos están "cansados" de esta historia. Quieren ponerle un final feliz, pero ya no se atreven a pensar ninguno. Se conformarían con "un poco más de lo mismo". "Si la depresión nos abandonara durante un tiempo..." Todos han aceptado sus papeles: la depresiva desesperanzada que nada puede hacer, la hija que renuncia sacrificadamente a su autonomía, el marido al que le ha tocado esta pena tan grande, el médico que da  pastillas para que el sufrimiento de todos se palie un poco, y haga posible la espera de tiempos mejores...

Las cuatro variedades descritas, pueden formar un "continuum". Pueden presentarse en relación con acontecimientos inesperados o del ciclo vital y en la medida en que se van incorporando personajes a la historia (familiares, sanitarios, socioculturales) pueden constituirse en estructurales o incapacitantes. Dentro de las múltiples caras de la depresión, podemos identificar aspectos que son comunes a todas ellas en lo nosológico, lo interaccional-comunicacional, lo evolutivo, lo histórico, mítico y vivencial, y en definitiva, en las narraciones sintomáticas.
Desde una perspectiva nosológica, podemos hablar de la tristeza que inunda pensamientos y conductas del depresivo. Esta es la manifestación emocional predominante (cuando no única), cerrando el paso a otras manifestaciones del sentir humano. Otro aspecto fundamental es el sentimiento de incapacidad que algunos asemejan al sentido por pacientes con problemas físicos, expresada como la "incapacidad para desenvolverse como antes de estar así"., señalada por el paciente y la familia No nos parece casual que el recorrido de la depresión recurrente en todos los tratados devenga hacia el empeoramiento progresivo de la sintomatología en los episodios, con mayores dificultades para las remisiones totales. Quizá tenga que ver con la predominancia de la historia depresiva o tal vez con el consentimiento o acompañamiento por parte del entorno del depresivo o la familia, que en vez de diluir la historia depresiva, la fomentan en virtud de aspectos técnicos y objetividades, olvidando los aspectos relacionales y de contexto, produciéndose un efecto de alienación e incapacitación que reconfirmaría la historia depresiva. Se genera una dinámica relacional en la que el entorno del deprimido reacciona inicialmente protegiendo, cuidando y aconsejando, para posteriormente recriminar la falta de actitudes positivas y de cara al futuro del paciente, responsabilizándole de su estado y confirmando así al depresivo sus sentimientos de culpa, incapacidad y falta de interés por la existencia. 
 El abordaje terapéutico en las depresiones
Quizás la primera maniobra terapéutica consista en intentar desmontar la situación relacional anteriormente descrita, "desresponsabilizando" al depresivo, a la familia y al entorno. Si bien es una maniobra útil para desmontar la dinámica, y generar otras posibilidades, no debe ser la única estrategia, ya que podría ofrecer una explicación aceptable a lo ocurrido, con el riesgo de convertirse en generadora de "otra historia dominante", que por una vía diferente, pudiera generar la misma vivencia de incapacidad en el depresivo.
La consulta de las personas con sintomatología depresiva, aún expresando síntomas similares puede ser muy diferente. Algunos vienen solos, otros acompañados, unos por voluntad propia, otros "medio obligados". Las motivaciones son distintas y los sentimientos y sensaciones que despiertan en su entorno muy diversas, confirmando unos mapas relacionales y un contexto ecosistémico peculiar. A esto añadimos el "encuentro terapéutico" con la figura del terapeuta (elegido, recomendado o simplemente "correspondiente"). Estos datos son importantes en relación con el contexto depresivo, de tal manera que el contexto influye en la sintomatología depresiva y ésta en el contexto, construyendo "la realidad" que presentan al terapeuta.
Pensamos que en un primer momento, el terapeuta, cuyo objetivo es "desmontar realidades" o "crear otras nuevas", no debe enfrentar abiertamente esa "realidad", sino manifestar su comprensión y apoyo a todos (paciente y familia), redefiniendo conductas, sentimientos, pensamientos, en aras de conseguir la colaboración de todos (teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno de los miembros). En esta etapa es importante transmitir información al depresivo y a su familia, sobre los síntomas de la depresión, las maneras de reaccionar ante ellos de los miembros de la red de apoyo cercana y de otras personas significativas. Progresivamente será más fácil ayudarles a diferenciar que pensamientos, acciones o emociones son inherentes a la depresión y cuáles tienen que ver con la dinámica familiar en la que se crea o que crea la depresión.
El terapeuta puede y debe utilizar todas las posibilidades terapéuticas a su alcance. La medicación, así como los aspectos médico-biológicos tienen especial relevancia y puede definirse como ayuda. Si se la definiera como una solución, tanto los efectos positivos como la ausencia de estos podrían generar historias dominantes que sustituirían a la historia de incapacidad, pero que podrían cerrar puertas a otras posibilidades terapéuticas. No cabe duda que muchas veces además del efecto biológico-bioquímico indiscutible de la medicación, esta puede ser utilizada para fortalecer la creación del sistema terapéutico y estimular la confianza y colaboración de todos los miembros. Previamente a la utilización de la medicación, es fundamental explorar que piensan los miembros del sistema sobre su utilización e informar a estos de sus ventajas e inconvenientes. Es útil abrir un "apartado" para debatir sobre las vivencias y efectos en relación con ésta. La medicación puede ser útil e imprescindible en ciertos casos, pero casi nunca definitoria, ni única constructora de realidad.
Una vez creado y contextualizado el sistema terapéutico, las metáforas o narraciones a construir (co-construir), serán propuestas por la propia familia, y deberán adaptarse lo mejor posible a su historia familiar (mitos, historias trigeneracionales...), sin descuidar las historias individuales ( fantasías, vivencias...). Las diferentes narrativas que pueden surgir en el encuentro terapéutico con el depresivo y familia tendrán sus diferencias en relación con las posibilidades del sistema construido, y se podrán adaptar a los tipos de depresiones que hemos agrupado, de manera didáctica en cuatro variedades o "metáforas guía".
El trabajo psicoterapéutico sirve para generar posibilidades narrativas de cara al futuro; el objetivo final será la aparición de nuevos caminos para crear "realidades alternativas", redefiniendo la situación como de reflexión en búsqueda de nuevos "futuros", o dicho de otro modo, el abordaje terapéutico es un encuentro de reflexión y de acción

TRISTEZA Y DEPRESION





La depresión, la tristeza, y el bajo estado de ánimo, como la ansiedad o el estrés, son reacciones normales del organismo Una depresión normal es un estado doloroso, cuyas principales características son la tristeza y la desesperación. Pero la depresión clínica (en cualquiera de sus formas) ejerce una influencia psicológica que va mas allá del estado de ánimo
La cognición se altera de tal modo que el sujeto se siente desvalido y desesperanzado, padece una irreal falta de autoestima, puede tener ideas autopunitivas, ganas de escapar y acabar de cualquier modo con su sufrimiento. Suelen presentarse también síntomas vegetativos (decaimiento, trastorno del apetito, del sueño, de la sexualidad, cefaleas)
Se altera el sentido de Identidad. El vacío producido por las pérdidas reales o imaginarias,  específicas o  vitales ( como ocurre en el duelo simple) es desvastador Cierta gente reacciona a la pérdida,  aun a la anticipación de una pérdida, o de la aceptación y apoyo en relaciones personales en forma excesiva. Su reacción a pérdidas menores de seguridad personal, que no amenazan realmente su situación personal o social, es desproporcionada
Desórdenes de adaptación con estado de animo deprimido:
  cuando el programa no es suficiente ante  experiencias determinadas
Se producen en personas básicamente sanas  que atraviesan situaciones traumáticas, manifestando ánimo deprimido, con ciertas dudas acerca de su capacidad de resolver la situación o de su propia valía.
   Su historia anterior se describe en términos normales, con desarrollo de intereses y autoestima y suficientes relaciones interpersonales
Es posible que estos desórdenes se resuelvan con el tiempo espontáneamente, sin embargo la indicación de psicoterapia corresponde para reducir sufrimiento, evitar que soluciones desadaptativas se arraiguen, disminuir la duración del problema, enfrentar alguna vulnerabilidad que el problema  hizo evidente
El problema distímico:  dificultades en la construcción del programa
Aparece como una modalidad depresiva estable y poco flexible de responder a las situaciones vitales. La sensación constante de disforia refuerza la interpretación negativa del conjunto de creencias irracionales que forman el programa. Este  se  reactiva ante episodios prototípicos del guión personal, generalmente no conciente para el sujeto, expresados en los razonamientos, temores, sueños, proyecciones  y en la transferencia
El esfuerzo terapéutico se dirige a modificar esquemas nucleares de la personalidad y no solo a resolver síntomas:
-          identificando y reconociendo creencias irracionales, rígidas del programa
-          apreciando como influyen  en la conducta  presente, de manera disfuncional y dolorosa
-          buscando el origen en situaciones infantiles por exploración activa del P y T en el aquí y ahora de la terapia y de los momentos actuales
-          procurando reorganizar/ flexibilizar el programa
-          para abreviar tratamiento y  disminuir la angustia que la revisión provoca puede ser necesaria medicación
Depresión como trastorno severo: problemas  en el “hardware” o estructura
  Aparece como depresión profunda o mayor, con alteraciones psicóticas, o como parte de un trastorno bipolar. Los síntomas fisiológicos son tan importantes que suelen enmascarar lo psicológico(pérdida o aumento de apetito y peso importante, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento psicomotor, fatiga) En lo psicológico se observa sentimientos de inutilidad o culpabilidad, indecisión, dificultades de concentración y organización del pensamiento, ideas recurrentes de muerte o suicidio
La tarea inmediata es aliviar el intenso sufrimiento, a través de:
-adecuada medicación, protección ante daños posibles, firmeza realista
-contención y establecimiento de relación terapéutica con disponibilidad (TE, mail)