miércoles, 8 de diciembre de 2010

MONOGRAFIAS SOBRE COPOREIDAD


EL CUERPO VIOLENTADO:
Las marcas desaparecen pero quedan huellas en el alma

Ayeray Clausich, Jesica
Piccoli, Fiorela

El dolor es una sensación desagradable y a su vez es una experiencia emocional que es subjetiva.
Hablar de lo que se siente no es sencillo, como sucede en el caso de las mujeres maltratadas que por temor, vergüenza, culpa, prefieren no escucharse a ellas mismas, no haciéndose conciente lo que les esta pasando, generando conflictos en sus relaciones interpersonales y empobreciendo vínculos afectivos.
Como consecuencia el maltrato psicológico siempre deja secuelas, deja marcas indelebles en el organismo de la victima, en su cuerpo o en su psiquismo, porque el cuerpo y el psiquismo interactúan y forman una unidad psicosomática.

Para entender la enfermedad es necesario interpretar nuestra corporeidad, nuestro cuerpo se expresa con sensaciones y las sensaciones con palabras. La palabra nos ayuda a descubrir las sensaciones profundas e intangibles de nuestro cuerpo. Corporeidad como el todo humano que explica la complejidad humana.
El cuerpo integra diversas dimensiones: física, emocional, mental, trascendente, cultural, mágica e inconsciente.
Para cuidar la salud se requiere “escuchar” la corporeidad. El lenguaje del cuerpo es psicosomático, las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones surgen de experiencias corpóreas.
Cuando adquirimos la palabra, surge el léxico que expresa nuestras percepciones: como el cansancio, malestar, ardor o dolor; comunican síntomas físicos junto a las expresiones gestuales y los cambios de conducta. Nos volvemos intérpretes y traductores de nuestro cuerpo con un fin concreto: buscar alivio.
Las mujeres maltratadas estan en situación de necesidad y dependencia de otros y para lograr ayuda, la comunicación es fundamental.
La mejor atención de la enfermedad se da cuando se logra su comprensión y para que esto sea posible se requiere comprender otro lenguaje; el lenguaje corpóreo, que es la expresión de lo que sienten las victimas desde su ser total (cuerpo, pensamiento y emoción). En tal sentido, quien aspire a comprender el lenguaje del cuerpo, debe aprender dos idiomas: por un lado las palabras que nacen de las sensaciones y por el otro las expresiones corpóreas; el conjunto de éstas nos habla de la persona y sus problemas.
El síntoma “congela” lo que no se puede expresar
Las mujeres golpeadas, hablan de algo más que sus cuerpos, hablan de su manera de sentirlo, de su modo de vivirlos. Como se puede observar en las siguientes expresiones:
Ansiedad
“Cuando oigo la puerta empiezo a temblar”.
“Cuando él está en casa no me atrevo a hacer nada por miedo a que se enoje”.
“Todo el día estoy pensando en este problema, no puedo concentrarme en otra cosa, incluso tengo pesadillas”.
La violencia repetida e intermitente, entremezclada con períodos de arrepentimiento y de ternura, suscita una ansiedad extrema y unas respuestas de alerta y de sobresalto permanentes. La percepción de amenaza incontrolable a la vida y a la seguridad personal provoca una sensación de temor continua, dificultades de concentración, irritabilidad y un estado de hipervigilancia.
Asimismo, la víctima experimenta trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos en relación con el maltrato y el maltratador.
Depresión, pérdida de autoestima y sentimientos de culpa
“Mi marido es agresivo conmigo, pero yo no hago lo suficiente para evitarlo".
“Mi marido tiene razón, no sé hacer nada bien, ni hablar correctamente y es mejor que este callada”.
“Esto no tiene solución, ya no tengo fuerzas para luchar, nada me importa”.
"A veces pienso en quitarme la vida, pero no tengo valor para hacerlo....mis hijos".
Cuando la mujer está inmersa en el círculo de la violencia cree que la conducta de su pareja depende de su propio comportamiento, se siente responsable e intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador. Sin embargo, cuando observa que sus expectativas fracasan de forma reiterada, desarrolla sentimientos de culpabilidad y de fracaso. Además, se siente culpable por no ser capaz de romper con la relación y por las conductas que ella realiza para evitar la violencia: mentir, encubrir al agresor, tener contactos sexuales a su pesar, "tolerar" el maltrato a los hijos, etc.
Con el paso del tiempo el maltrato es más frecuente y severo y se desarrollan síntomas depresivos como la apatía, la indefensión y la desesperanza. El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de pensar que le hace sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma o de adoptar medidas adecuadas.
Aislamiento social
“Mi marido se enoja cuando mi familia me llama”.
“No puedo hablar con amigos porque él dice que me meten malas ideas en la cabeza”.
“Prefiero estar sola para que nadie sepa lo que me pasa”.
"Nadie lo entiende".
La vergüenza social y los límites que el propio maltratador establece para evitar contactos con la familia y con los amigos, provoca una disminución del refuerzo y de la implicación en las actividades en general. De este modo, la víctima depende de su pareja como única fuente de “refuerzo” social y material, quien, a su vez, aumenta el control sobre ella. En estas circunstancias, se siente más vulnerable ante la sociedad y se cronifica el miedo a enfrentarse a un futuro que percibe como incierto y "peligroso".
Trastornos psicosomáticos
“Siento tanta opresión en el pecho que a veces parece que me voy a ahogar”.
"Cuando escucho la puerta todo mi cuerpo se altera".
“Cuando él se enoja me late tan rápido el corazón que creo que me va a dar un ataque”.
“Me siento tan mal que ya ni como, ni duermo y me siento débil y enferma”.
Los malos tratos crónicos provocan en la víctima diferentes tipos de trastornos psicosomáticos como dolores de cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones menstruales, etc.
En este sentido, son bastante habituales las visitas al médico de cabecera para consultar estas dolencias mientras ocultan la verdadera causa que las provocan.
Trastornos sexuales
"Todos los hombres son iguales, sólo piensan en ellos".
“Siento asco hacia los hombres y hacia el sexo”.
“Nunca volveré a disfrutar en una relación sexual”.
"Pensar en mantener relaciones sexuales con otra pareja me produce temor, es como si fuera incapaz de sentir".
En una situación de violencia doméstica es habitual que una mujer pierda todo el interés por el sexo y sienta rechazo hacia las relaciones sexuales. Además, cuando se producen agresiones sexuales dentro del matrimonio se pueden originar disfunciones sexuales como la anorgasmia (pérdida del orgasmo) o el vaginismo (contracción involuntaria de los músculos de la entrada de la vagina que impide la penetración).
Este vivirse corporalmente esta relacionado con multiplicidad de sensaciones integradas en una representación simbólica de nuestro Esquema Corporal, el cual es una imagen tridimensional de nuestro propio cuerpo.
Este Esquema se construye de sensaciones que provienen de los sentidos más ortodoxos y también de sensaciones que provienen de otros cuerpos que van construyendo esa representación: la caricia o el rechazo, la mirada, la postura, etc. Así como vivencias de las vicisitudes de la historia corporal: accidentes, dolores, etapas de la libido, zonas con estimulación particular, quedando inscriptas en la imagen corporal, que tiene su base en la afectividad.
Cuando esta representación entra en crisis a causa de la violencia, la mujer encuentra un cuerpo que habiendo sido familiar, se le hace desconocido, que habiendo sido manejable, se va tornando difícil e incomprensible.
Lo corporal es un espacio donde confluyen e interactúan inhibiciones, estereotipos, autocensuras, modismos, etc, que lo van condicionando y moldeando desde afuera hacia adentro.
El cuerpo también es un vehículo de ser en el mundo. El cuerpo propio se muestra, encubre, expresa, oculta, en un continuo intercambio con los otros.
Las sensaciones del cuerpo varían con el estado de ánimo, la personalidad, el ambiente educativo y las circunstancias sociales; ello hace por ejemplo que un malestar para una persona, como ser la victima, sea insoportable y para otra, como el agresor, sea insignificante.
“Escuchar” el síntoma para después no enfermar
El encuentro T.O.-paciente es una oportunidad para comprender y trascender. Nace como interrogatorio, pero se torna significativo cuando se hace dialogo, cuando supera el hecho de preguntar para saber y surge el acto de conversar para conocer.
Ese encuentro es un acto de descubrimiento, interpretación y creación, permite descifrar y discernir significados, generar aprendizajes y promover transformaciones.
El dialogo permite descomponer y reconstruir significados, vislumbrar opciones, hacer del encuentro un acto terapéutico, cambiando el estado de conciencia del sujeto frente a si mismo; superando la percepción de victima que hace del paciente un ser invalido y dependiente.
Esta comunicación es entendida como una terapéutica, porque posibilita encontrar un espacio, haciendo a la mujer protagonista y creadora de su propia realidad, aprendiendo a respetarse; mostrándole su capacidad de aceptar el error como incentivo para la búsqueda de otras alternativas válidas y así superar las dificultades que a ella se le presenten.
Este cambio de conciencia es el que podríamos llamar Salud, por el hecho de ser un proceso de transformación.
CONCLUSION
Desde Terapia Ocupacional se trata de convertir a la mujer en el eje central de la practica, en la que ella encuentre a través de la ocupación sus propios significados y valores. Siendo lo corporal una percepción subjetiva en donde se expresa la conducta, los modos de sentirse, conocerse y desconocerse, de moverse, de estar y expresarse.
El cuerpo es el lugar donde las conductas son posibles, se cargan de significado y pueden modificarse, integrarse, contar otra historia. El terapeuta deberá explorar el modo particular de significar que tiene la persona; su propuesta se vera como la posibilidad de deconstruir y reconstruir mediante ocupaciones creadoras de significados, donde se acompaña a un sujeto protagonista, que tiene competencias, creencias, valores y compromisos propios, que posee habilidades y fortalezas. Estas personas necesitan “ampliar su mirada”, promover recursos que ya poseen pero que en ocasiones no pueden acceder.
El terapeuta buscara descubrir qué es, donde radica lo problemático para estas personas en particular, se dará tiempo para observar el modo de ocuparse, la disonancia en el discurso, los nudos en la trama vital. Todo esto desde un espacio de contención empática, estimulante que alentara la resignificación atribuida a los eventos.
La tarea de los terapeutas es resignificar el rotulo, para que la persona pueda llevar a cabo una vida mas funcional sosteniendo el sentimiento de identidad, y que así pueda planear un futuro de acuerdo a su guión personal.

BIBLIOGRAFIA
• “Dialogo con lo Corporal”. El dialogo como encuentro. Aproximaciones a la relación profesional de la salud-paciente. Francisco Bohórquez, Luis Jaramillo. Editorial Colombia.
• “Lo corporal: el cuerpo como comunicador, vehículo de emociones”. Susana Kesselman: “el pensamiento corporal”. Editorial Paidós. Barcelona, 1990.
• “Antropología del dolor”. David Le Breton. Barcelona. Seix Barral, 1999, 287 Págs.
• http://www.nahiko-emakunde.com

Monografias sobre corporeidad


Corporeidad y Trastornos Somatoformos
Ma.Isabel Caballero
Marisol De Arriba

Aunque bien conocido el tema de la Corporeidad, es objeto de debate, análisis y publicidad constante en las sociedad contemporáneas occidentales de nuestro tiempo, que pregonan ideas y concepciones diferentes de épocas anteriores, fruto de un quiebre en la representación acerca del mundo y de nuestra experiencia; en el presente trabajo de intentará ahondar en la vasta multiplicidad de construcciones y nociones que están presentes cuando hablamos de lo “corporal”, de “nuestro cuerpo”, y cuando éste es el principal perjudicado producto de una enfermedad (real o imaginaria) como en el caso de los trastornos somatoformes que abordaremos.
Asimismo nos proponemos recorrer el sentido que el cuerpo ha tenido durante el transcurso de la historia coincidiendo con autores como David Le Breton en que el cuerpo no es una realidad en sí misma, sino efecto de una construcción de representaciones simbólicas, tanto sociales como culturales, que el ser humano hace acerca de sí mismo y del mundo que lo rodea, y por lo tanto sujeto a las cambiantes circunstancias de la vida y de la historia de la humanidad.
Por otro lado dedicamos un apartado especial referido a un grupo de trastornos generales que causan molestias y sufrimiento a gran parte de la población mundial, para los cuales no hay una explicación médica que los justifique, se trata de los llamados según la medicina psiquiátrica “Trastornos Somatoformes”, dentro de los cuales se hallan las comúnmente llamadas enfermedades psicosomáticas. Para los cuales proponemos la consideración de otra mirada profesional haciendo énfasis en los diversos aspectos y dimensiones que envuelven la “experiencia de padecimiento”. De igual modo pretendemos acercarnos a una comprensión de ellos basada en una perspectiva actual y constructivista que nos permita a todos los profesionales de la salud , entendiéndonos a si mismos como productores de significados desde donde miramos la realidad del otro y somos mirados, analizar el lugar el lugar y las concepciones que le damos al cuerpo, re- pensar la existencia humana teniendo en cuenta la experiencia personal y significativa, de-codificando y re-construyendo las representaciones simbólicas acerca de si mismo, de la enfermedad, así como también, tratando de superar las dicotomías que fragmentan al ser humano en pos de favorecer su compleja pero rica unidad.
CAPÍTULO I: “Acerca de la Corporeidad”.
Como punto de partida para la reflexión es interesante comenzar por clarificar algunas nociones y eliminar otras tantas visiones que pueden inducir a error cuando nos dedicamos al tratado de lo corporal, más específicamente para poder llegar a determinar a que nos referimos cuando hablamos del cuerpo y la corporeidad.
Producto de trasformaciones constantes, la noción de cuerpo ha estado sujeta siempre al modo particular en que cada cultura ha construido su idea, como una forma simbólica esencial de también entender la realidad.
Vale aclarar, como situamos en la introducción, que con el transcurrir de los siglos, se ha vinculado con las representaciones simbólicas que el hombre hace de si mismo, de los demás y del universo que lo rodea, que han ido cambiando con el acontecer de los diversos sucesos sociales, económicos y políticos, así como también con los distintos momentos históricos de la humanidad. De modo que las representaciones y los saberes acerca del cuerpo no pueden desligarse del contexto y del estado social determinado en el que se construyen, de la visión del mundo, y dentro de ésta última, de una definición de la persona. El cuerpo dice Le Breton, “es una construcción simbólica, no una realidad en si misma”. Por eso, “pensar el cuerpo es pensar el mundo”; es un factor importante para pensar las sociedades contemporáneas.
Mas aún en los últimos años el papel del cuerpo se ha transformado y con él, el prototipo de hombre que acompañó durante siglos a las sociedades modernas, y el sentido de la existencia que de ello resulta. En este mundo donde las técnicas de la ciencia abundan, el sentido que le damos a la existencia desaparece.
Para ubicarnos, y a diferencia de la concepción del cuerpo medieval del cual no se distingue del hombre, ya en los tiempos modernos (siglos XVII-XVIII) y mas aún en los actuales, el cuerpo es entendido como un factor de individuación que resulta en un dualismo contemporáneo: “cuerpo- hombre” (a diferencia del dualismo moderno: “cuerpo-alma”), en el que el hombre se diferencia de su propio cuerpo, el que adquiere mayor peso y al cual se considera en tanto categoría de aislado, accesorio y disociado del hombre, que se asocia mas a la concepción del “poseer” que al “ser”, configurando una mirada alejada de si mismo, como simple poseedor de un cuerpo.
Así, la dimensión corporal del hombre actual denota toda una carga de desvalorizaciones y desprecio que cada vez molesta más a su poseedor.
Sin embargo, este error de separar y subordinar lo que en realidad es una sola cosa, el desdoblar lo humano, excluye la verdadera magnitud de lo corporal y la diversidad de dimensiones que encarna.
Hablar de corporeidad no es referirse únicamente al cuerpo. Si bien éste es le lugar donde se expresa y son posibles toda conducta humana; ésta tiene múltiples disfraces y se manifiesta simultáneamente en todas las dimensiones del ser humano como ser: física, emocional, mental, trascendente, cultural, mágica, inconsciente, entre otras tantas.
De este modo, más allá de que el hombre está inmerso en el mundo a través del cuerpo, siendo éste el punto de partida con relación al cual se ordenan las cosas, es preferible hablar de “Corporeidad”, antes que de cuerpo. Pues la corporeidad representa el “todo humano” que explica la complejidad humana; lo que implica una forma de ser en el mundo a través del cuerpo que se abre al mundo.
Ser persona es realizar a través del cuerpo y en unión con el mundo, un destino, un proyecto fundamental de vida. “Porque soy mi cuerpo ( a diferencia de “poseo un cuerpo”) aparezco ante los demás, soy presencia para otros”, en donde tiene lugar mi libertad y mi amor.
Es así como lo “corporal” se refiere a la percepción subjetiva del cuerpo integrado como totalidad que manifiesta el “ser mismo” en muchos modos de sentir, conocerse y desconocerse, de moverse, de estar y hasta de expresarse. En fin, “vivirse corporalmente”, como espacio donde convergen e interactúan una diversidad de factores y estereotipos, modismos, inhibiciones y autocensuras, que van condicionando y moldeando desde afuera y desde adentro. Por eso volvemos a resaltar si carácter de construcción social y cultural.
Como este “vivirse corporalmente” no tiene una sola dimensión, asimismo esta relacionado con una multiplicidad de sensaciones que se integran en una representación simbólica de nuestro Esquema Corporal, que según Schilder es el cuadro de nuestro cuerpo que nos formamos en la mente, el modo en el que el cuerpo se nos aparece a nosotros mismos. Esquema del cuerpo que constituye una gestalt unificada acerca de nosotros mismos, que nace del aporte de los sentidos y que es construido en base a experiencias pasadas y actuales de diversa naturaleza como: táctiles, visuales, kinestésicas, vestibulares, entre otras.
Otro concepto mutuamente relacionado con el anterior y con al corporeidad es el de Imagen Corporal, otra cara de la misma moneda. Término que alude al registro de lo imaginario, de base afectiva y dependiente de la evolución libidinal y agresiva, de sus vicisitudes, experiencias y fijaciones. Imagen que no es nunca una estructura completa y estática, que no puede entenderse fuera de la historia personal ni del contexto; una construcción activa permanentemente destruida y reconstruida que va elaborando el sentimiento del yo en estrecha vinculación con el sentimiento de Identidad. Sujeto a las cambiantes situaciones de la vida de diferente naturaleza, vana surgiendo nuevas estructuraciones que al constituyen.
Otro elemento fundamental a tener en cuenta es el cuerpo social, que por su parte, hace referencia al cuerpo como vehículo de “ser- en el mundo”, centro de cambios relacionales afectivos entre personas. Espacio (al que se hizo referencia anteriormente) donde el propio cuerpo se muestra, encubre, expresa, oculta, en constante intercambio con los demás, y que a lo largo de la vida constituyen las conductas de expresión somática.
El cuerpo no es un ente en el mundo, sino una estructura de la conciencia misma que constituye la factididad y su punto de vista a partir del cual se organiza y aparece el mundo (la facticidad de la conciencia es el cuerpo); así la corporeidad subraya la condición del hombre, lugar de su Identidad como particular construcción corporal humana, social y cultural.
Para poder acercarnos a la realidad del otro, entender la enfermedad y cuidar la salud, es preciso “escuchar” e interpretar la corporeidad. Acercarnos al encuentro con lo corporal y alo que el lenguaje del cuerpo tiene para decirnos y expresar. Así, quien pretenda interpretar este lenguaje, deberá aprender dos idiomas: por un lado es de las palabras que nacen de las sensaciones, y por el otro el de las expresiones corpóreas, que constituyen el conjunto de manifestaciones acerca de la persona y sus problemas.
Es preciso entender que la corporeidad abarca más allá de lo físico o lo somático, sino que implica la comprensión de un lenguaje corpóreo, expresión de lo que se siente y está pasando en la totalidad del ser: cuerpo, pensamiento y emoción.
En síntesis, en lo corporal residen una diversidad de dimensiones que constituyen al condición humana, y como fruto de una construcción activa que es sometida a transformación marcada por determinantes emocionales, históricos y sociales.
CAPÍTULO II: “Concepción y sentido del cuerpo a lo largo de la historia.
Concepción actual y contemporánea del cuerpo.”

Con el transcurrir de los siglos, las representaciones simbólicas que el hombre se hace de si mismo, de los demás y del universo que lo rodea, han ido cambiando con el acontecer de diversos sucesos sociales, económicos y políticos. Diferentes personajes y concepciones en distintos momentos de la historia han alimentado teorías, corrientes y escuelas, que nos permiten diferenciar aquellas y tratar de entender nuestro presente; remontándonos al pasado.
“En la forma como una cultura construye su noción de cuerpo, se cifra una forma simbólica esencial de entender la realidad. En la modernidad, el cuerpo es construido desde diversos niveles. En la Edad Media y el Renacimiento, lo corporal se relaciona fuertemente con las festividades populares, las culturas rurales y una noción de un cuerpo que se identifica con la naturaleza. Pero luego, surge una nueva forma de la corporalidad relacionada con su reducción a objeto de investigación (Vesalio), a un opuesto de la mente (Descartes), o una instancia construida y controlada por fuerzas panópticas (Foucault).
La Edad Media, etapa de la historia europea comprendida, aproximadamente, entre la caída del imperio romano de occidente y el advenimiento de la Edad Moderna. En el 476 D.c., con la caída del mismo, el cristianismo se convierte en la religión oficial de los diferentes reinos.
Poco a poco todos los pueblos se fueron convirtiendo al cristianismo, por lo que la cultura medieval de occidente esta asignada por el teocentrismo. La verdad procede, entonces de Dios, siendo la iglesia católica la mediadora entre el reino de los cielos y el reino de la tierra, lo que determina la manera en que el sujeto se auto conoce. en este contexto el Papa fue reconocido como la máxima autoridad.
Es San Agustín quien diferencia al hombre anterior a la caída y al hombre medieval, la diferencia entre estos dos es, que el primero es una criatura “concupiscente y mortal”, pero a la que Dios ha hecho don de la gracia, que es un “don sobre añadido”. Este don no forma parte de la naturaleza humana, en tanto tal depende del acto mismo del creador. El pecado de Adán se convirtió en la culpabilidad que se extendería a toda su descendencia, y todos compartirían su falta, ya que habrían pecado en él. El hombre habría pues cometido un pecado original alzándose contra el orden establecido por Dios, una falta: “Peccatum actúale”. Éste se habría hecho hereditario y se convertiría en un estado: “Peccatum Habituale”, el de la esclavitud del hombre con respecto a la concupiscencia y la muerte .En donde el hombre esta destinado a la misma porque el hombre ya no es el verdadero hombre (el anterior a la caída). Entonces, para que el hombre medieval tenga salvación necesita de la divinidad; esta relación entre él y la divinidad no cambia sino hasta el renacimiento.
El renacimiento significo un movimiento cultural de los siglos XV y XVI, que termino dando nombre a un período de la civilización occidental caracterizado por la vuelta a la antigüedad clásica como reacción contra la mentalidad teológica medieval; en este período podemos citar la desvinculación del arte del monopolio cultura de la iglesia. Este período del arte se inspira en el “renacer” y toman como referencia al ser humano.
En el siglo XV, el retrato individual sin ninguna referencia religiosa se afianzaba en la pintura; se vuelve un cuadro en sí mismo. La preocupación por el retrato y por el rostro, tendrá cada vez más importancia con el correr de los siglos. El retrato individual se convierte en una de las primeras fuentes de inspiración de la pintura, cambiando en algunos decenios aquella tendencia establecida de no representar la persona humana, salvo en una representación religiosa.
Ese individualismo hace que el sujeto deje de ser el miembro de la comunidad para volverse un cuerpo para el solo; esto es lo que lleva al desarrollo de un arte centrado directamente en la persona y provoca un refinamiento en la representación de los rasgos, una preocupación por la singularidad del sujeto, ignorada socialmente en los siglos anteriores.
Con el nuevo sentimiento de ser un individuo, de ser el mismo, antes de ser miembro de una comunidad, el cuerpo se convierte en la frontera precisa que marca la diferencia entre un hombre y otro.
Al mismo tiempo, el retroceso y abandono de la visión teológica, conduce al hombre a considerar al mundo que lo rodea como una forma pura, indiferente, vacía que solo la mano del hombre, a partir de este momento, puede moldear.
Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del mismo no pueden desligase de un contexto, de un estado social determinado, de una visión del mundo y de una definición de la persona. El cuerpo, sostiene David Le Bretón, “es una construcción sociocultural, no una realidad en sí misma”.
En occidente la concepción del cuerpo está ligada a la posesión, no a la identidad, al ser. “mi cuerpo”, que nació del desarrollo del individualismo en las sociedades occidentales en el renacimiento, que convierte al cuerpo en el envase del sujeto, el lugar de sus límites y su libertad.
En la actualidad, el cuerpo es, de alguna manera, algo diferente de él, como un objeto muy especial. La identidad de sustancia entre el hombre y su arraigo corporal se rompe. La formula moderna del cuerpo lo convierte en un resto: cuando el hombre está separado del cosmos, de los otros y de sí mismo.
De ahí este borramiento y olvido del cuerpo, proceso de desarraigo del soporte físico en el marco cotidiano, genera una disociación corporal, pues en estas condiciones la conciencia del arraigo corporal, solo la otorgan los períodos de tensión del individuo; pues descentra al sujeto arrojándolo fuera de sí.
El hombre de Vesalio, anuncia el nacimiento de un concepto moderno, el cuerpo sigue dependiendo de la antigua concepción de hombre como microcosmos, en donde el cuerpo no es más que el cuerpo.
Entre los siglos XVI y XVIII nace el hombre de la modernidad: un hombre separado de sí mismo, de los otros y del cosmos.La modernidad tiene como elemento esencial un proceso de nueva comprensión de lo real del sujeto y las cosas, del yo y la naturaleza y de las formas de conocer a la misma. Plantea una desacralización del mundo, donde se da apertura a una razón científico-técnica.
Se deja de privilegiar la boca como medio del habla, priorizando así la mirada; en donde el rostro se transforma, siendo la parte más individualizada y singular del cuerpo.
Es la marca de una persona, de ahí su uso social en una sociedad en la que el individuo comienza a afirmarse cada vez más. La importancia ahora es convertirse
En dueños y poseedores de la naturaleza, el mundo deja de ser un universo de valores para convertirse en un universo de hechos. No hay misterios que la razón no pueda descifrarlo.
“No hay ningún modo (…) que uno deba abstenerse de tener pasiones, basta con que se sujeten a la razón” (René Descartes).
Eleva al pensamiento al mismo tiempo que denigra el cuerpo. En este sentido distingue al alma del cuerpo, otorgándole valor al primero.
Considera que la conciencia del individuo está basada en la depreciación de los cuerpos y de la autonomía de los individuos de una sociedad respecto de los valores que los vinculan con el universo y los otros. Así, Descartes se plantea como un individuo se prima sobre el grupo, y al cuerpo como el límite entre todos los hombres.
Es propio de él buscar y pronunciar la formula que distinguen al cuerpo del hombre, dándole al primero la categoría de accesorio. La dimensión corporal del hombre recoge toda la carga de decepción y desvalorización.
El cuerpo molesta al hombre, ya que lo racional no es una categoría del cuerpo sino del alma; por lo que al no ser instrumento de la razón, el cuerpo está condenado a la insignificancia. Para Descartes el pensamiento es totalmente independiente del cuerpo y está basado en Dios.
CAPÍTULO III: “Trastornos somatoformes y el Paciente Psicosomático.”
Primeramente es preciso hacer un recorrido teórico acerca de los trastornos más comunes que afectan a gran parte de la población que se caracterizan por presentar síntomas somáticos lo suficientemente serios como para causarle a la persona un malestar emocional significativo y que interfieren, perturban o incapacitan el funcionamiento cotidiano a nivel laboral o social; es decir, la vida normal de relación
Nos referimos a trastornos comúnmente llamados “Psicosomáticos”, pero que en realidad forman parte de la siguiente clasificación según el DSM-IV:
- Trastornos Somatoformes: so los que se manifiestan por síntomas somáticos en los que no se puede demostrar una enfermedad o lesión tisular que los explique.
- Trastornos Psicosomáticos clásicos: en los cuales se sospecha la asociación de componentes emocionales que afectan el origen, agravan o mantienen las enfermedades, como ser: asma bronquial, psoriasis, colitis ulcerosa, úlcera péptica, síndrome de hiperventilación, palpitaciones, hipertensión esencial, enfermedad coronaria, etc.
- Trastornos somáticos inexplicables: son afecciones donde los hallazgos médicos son negativos o insuficientes, como por ejemplo: fatiga, mialgias, dolor pelviano, cefaleas, tensión cervical, etc.; que reciben denominaciones como fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, síndrome de latigazo, etc.
Más específicamente se hallan dentro de los Trastornos Somatoformes:
a) Trastornos por somatización: caracterizados por múltiples síntomas somáticos y quejas físicas que afectan a muchos sistemas orgánicos para los cuales no hay hallazgos físicos o de laboratorio. Trastorno que suele ser crónico y cuyos síntomas pueden aparecer antes de los 30 (treinta) años y estar asociados a un malestar psicológico notable, a un deterioro del funcionamiento laboral y social, y a una excesiva recorrida medica.
b) Trastornos de conversión: caracterizado por la presencia de uno o dos síntomas neurológicos (por ejemplo: parálisis, ceguera, parestesias) que no pueden explicarse por medio de ninguna patología médica o neurológica.
c) Hipocondría: más que centrarse en los síntomas, este trastorno se caracteriza por interpretaciones poco realistas e imprecisa de síntomas o sensaciones físicas, que llevan al paciente a la creencia de padecer una enfermedad específica, lo cual produce una preocupación y miedo constantes ante la posibilidad de sufrir enfermedades graves. Las preocupaciones del paciente son tales que llegan a provocar un notable malestar y alteran su capacidad para funcionar normalmente en si vida personal, social y laboral.
d) Trastorno Dismórfico corporal: consiste en una preocupación por una falsa creencia o una percepción exagerada de que una parte del cuerpo es defectuosa, es decir, por un defecto corporal imaginario o una distorsión exagerad de un defecto mínimo, que es causa de un malestar significativo y deterioro del funcionamiento personal, social y laboral del sujeto.
e) Trastorno por Dolor: se caracteriza principalmente por la presencia de síntomas dolorosos en uno o más lugares, que están relacionados o se exacerban por factores psicológicos, y que no pueden justificarse por ninguna patología médica o neurológica, acompañada de un gran malestar emocional y deterioro de su funcionamiento.
Además contiene dos categorías diagnósticas adicionales:
a) Trastornos somatomorfes indiferenciado, en donde los pacientes presentan una o dos quejas somáticas, en donde los síntomas deben estar presentes durante al menos seis meses.
b) Trastornos somatomorfes no especificados.
Se puede decir que las personas que padecen estos trastornos comparten las siguientes características:
- sobre adaptación a la realidad: son sujetos muy eficientes y no tiene capacidad para el óseo.
- confunden responsabilidad con obtención de prestigio y éxito.
- confusión semántica en cuanto a los mensajes como órdenes y expectativas.
- el cuerpo sobre exigido al máximo rendimiento, suelen ser hiperactivos y tener una capacidad de trabajo sin medida. El cuerpo se vuelve sede y ejecutor de la descarga de tensión.
- fracaso, elaboración y procesamiento del mundo emocional: no hay registro de necesidades básicas ni se permiten la expresión de sentimientos que creen negativos (rabia, dolor o insatisfacción).
Además estas personas coinciden en los siguientes rasgos generales:
- aseguran que su malestar es físico,
- consumen enormes recursos económicos y nunca quedan conformes,
- suelen agotar a la familia y al médico debido a la queja permanente.
A. Aisenson Kogan concibe que estas enfermedades se desatan cuando una persona padece situaciones conflictivas de una duración o intensidad que supera las posibilidades del organismo para reaccionar de manera adaptada, que son una expresión del stress experimentado en el área del cuerpo.
Por otra parte diversos autores a lo largo de la evolución de la medicina psicosomática han hecho sus aportes al campo, entre los que se encuentran:
Alfred Adler, quien fue el primero en enunciar dos principios básicos:
1º) que los órganos son vulnerables a los conflictos mentales y pueden expresarlos, que existe un “lenguaje de los órganos”;
2º) la importancia que asume en el equilibrio psíquico la imagen interna que se forja en individuo sobre sus funciones defectuosas.
Por su parte Alexander, entre los primeros teorizadores sobre medicina psicosomática, en 1932, concluía en que las distintas afecciones psicosomáticas corresponden a otros tantos tipos de conflictos, fundándose en observaciones y en la teoría freudiana sobre la evolución psicosexual.
Decía: “Por el hecho de que el hombre es un complejo aparato fisiológico y al mismo tiempo un individuo autoconsciente dotado del don de la comunicación verbal, debe ser estudiado a la vez psicológica y fisiológicamente. Reconciliar los resultados de estos dos tipos de información es la esencia del enfoque psicosomático”.
H. Flander Dunbar en cambio relaciona las afecciones corporales con diversos perfiles de personalidad.
Pero ciertamente fueron las conclusiones de Medard Boss acerca de las afecciones corporales las que se estudiaron desde una perspectiva existencial e interpretación fundada en una concepción de la corporeidad, que se acerca más a lo que coincidimos.
Boss sostiene que esta concepción pertenece a la apertura del hombre hacia el mundo que es una apertura bajo la forma corporal. De ella se produce una hiperftrofia patológica cuando el hombre, en lugar de jugar libremente todas sus posibilidades, se limita a las esferas sombrías y mudas de la existencia desprovista de palabras y de pensamientos, esto es, a la esfera en que la existencia se actualiza tan solo de manera física o somática. Entonces, surgen modalidades existenciales exclusivas o predominantes.
Sin embrago para poder entender estos trastornos de variada intensidad por parte de la comunidad médica en su conjunto, se requiere empezar a interpretar la corporeidad desde una óptica diferente.
Es preciso tener en claro que nuestro cuerpo tiene diferentes lenguajes y modos de expresarse, con diversas sensaciones y palabras, pero que además cuenta con un lenguaje corporal o psicosomático, que deviene desde las primeras señales corporales de los comienzos de la vida. Por lo que las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones derivan de experiencias corpóreas y en por eso que es imposible expresar emociones que hayan sido hechas concientes por el cuerpo.
Así, para comprender y “escuchar” el lenguaje del cuerpo, es fundamental que tomemos conciencia de la corporeidad y lo que representa; que empecemos a ser concientes de su lenguaje y de lo que nuestro cuerpo tiene para decirnos, porque la facticidad de la conciencia es el cuerpo, y mi cuerpo no es algo más que hay en el mundo que es mi facticidad, aquello donde la conciencia se abre al mundo. Esto se refiere no a la conciencia del mundo, sino del “ser-en el mundo” que es humano.
“el hombre está capacitado para elevarse siempre por encima de su entorno casual, porque su hablar hace hablar al mundo” (Gadamer).
Esto implica comprender que la vida es la vida misma de nuestro cuerpo, que nos comunica con el mundo de la vida, ese “mundo en el que nos introducimos por el simple vivir nuestra actitud natural...”. Su existencia depende entonces de la conciencia que tenemos de él, “aquí estoy, yo soy, existo”, el mundo es lo que percibo con mi ser.
Este lenguaje de la vida que implica el lenguaje de mi cuerpo, e, “vivir corporalmente”, incluye por un lado que la vida tome conciencia de sí gracias a los sentidos de nuestro cuerpo, lo que conlleva a hacerse cargo y responsable de las sensaciones. Reconocerlas es dar el primer paso imprescindible y fundamental para romper con las tensiones y molestares que se sienten. Esto se refiere a hacer un registro de no solo las sensaciones que provienen de los sentidos más ortodoxos como la vista, oído, olfato, gusto y tacto; sino también las provenientes de otros menos conocidos como sensaciones térmicas, del tono, dolorosas, viscerales, las relacionadas con el movimiento, la presión, el peso, etc.
Asimismo implica prestar atención a las sensaciones provenientes de otros cuerpos como las caricias o el rechazo, la mirada, la postura, la distancia interpersonal, entre otras.
Pero esto no es suficiente, además en necesario que nuestra vida tome conciencia del entorno. Como seres socializados que somos, el mundo no es solo en mi cuerpo, como en las primeras etapas egocéntricas del desarrollo, tangible, sino el que comparto con otros y toma sentido porque hay otros seres, por lo que siento también por ellos. Así surge un sentimiento que da sentido de vida dirigido hacia un cuerpo que siente y aquello que le rodea. Esta es una sensación que nos pone en contacto con nuestro cuerpo y nos da sentido vital.
Todo esto, porque en el lenguaje de la vida y del vivir corporalmente se aloja el lenguaje de los sentimientos, cuya construcción precisa de comunicación y diálogo no solo consigo mismo sino con los otros y el otro.
Debido a que el ser humano es una ser social y comunicativo que vive y se relaciona en experiencias significativas con los demás, su lenguaje vivo implica que ese otro esté presente y en mutuo entendimiento.
Cuando el sujeto enferma esta necesidad de comunicación se incrementa. Comunicar lo que se siente es fundamental para la vida. Nos volvemos interlocutores, traductores e intérpretes de lo que sucede en nuestro cuerpo con el fin de aliviar el padecimiento.
Pero hay ocasiones en las cuales el lenguaje complejo y ambiguo del cuerpo no puede expresarse y por lo tanto el tomar conciencia del vivir corporal se dificulta. Es estos casos en “la enfermedad la que habla por el enfermo”; el cuerpo experimenta lo que la persona no puede asumir concientemente. Los contenidos de la mente generan su compensación enfermando al cuerpo.
La enfermedad en cierto modo nos desnuda, deja al descubrir lo que el cuerpo no quiere callar, y nos hace sinceros de modo diferente, con el fin de buscar el equilibrio y otra forma de salud.
No obstante, para cuidar de esta salud es preciso por lo tanto, “escuchar” la corporeidad y “dialogar”. La enfermedad, como en el caso de los trastornos somatoformes, nos propone comunicarnos de otra manera, en un diálogo donde se entrecrucen tanto las afinidades y las diferencias de las personas, donde el diálogo y la palabra no sean simples accesorios de la comunicación y entendimiento, sino que sean esenciales al encontrarse y ser en la palabra algo común, en un proceso de aprendizaje mutuo.
En este proceso, el diálogo nos permite descomponer y reconstruir los significados que el sujeto esta haciendo acerca de lo que está sucediendo y sintiendo en su cuerpo; nos permite descifrar el lenguaje corpóreo al que nos sujeta la enfermedad representado en el síntoma, y poder revisar y de-codificar los constructos y rótulos acerca de las experiencia de padecimiento que congelan este síntoma , que al igual que el modo de vivir la corporeidad, es un constructor y como tal, es susceptible de ser reconstruido y resignificado, así como todas las dimensiones que encierra la condición humana. Por lo tanto, los síntomas no son el único lenguaje del cuerpo, así como el dolor o el placer, son una representación del mundo cultural en el que vive la persona. Esto explica el hecho de que en algunas culturas el dolor sea objeto de ofrenda y devoción, o por el contrario un sinsentido absoluto como sucedes en las sociedades contemporáneas que ya no integran el sufrimiento ni la muerte como hipótesis de la condición humana. Dice Le Breton: “despojar al dolor de todo significado supone dejar al ser humano sin recursos, hacerlo vulnerable, el dolor es signo de humanidad. Abolir la facultad de sufrir seria abolir su condición humana”.
De cualquier modo para hacer frente a estas experiencias de padecimiento que incluyen fundamentalmente sensaciones de malestar o displacer, y para paliar el sufrimiento, el primer paso como dijimos es reconocer y hablar de las sensaciones del cuerpo, darle nombre a lo innombrable; esto se refiere a la Rotulación, que también es un constructor que surge de la necesidad que tenemos las personas de procurar explicar lo que nos pasa, las dificultades para seguir adelante con el guión o proyecto de vida, aunque en ocasiones estas rotulaciones no sean las mas adecuadas y sean erróneas y perjudiciales para la propia persona. Esto implica también atribuirle un sentido a la experiencia, para lo que es imprescindible nombrarlo.
En segundo lugar, implica darle un significado. Comprender el sentido es también comprender el sentido de la vida, que depende en cada caso de la existencia individual que lo padece y de los arquetipos de la cultura. Por eso en innegable que la experiencia de padecimiento hasta cierto punto es una construcción social. Así como también tiene que ver con la visión y el significado que cada persona tiene de su cuerpo, el cómo vive y ve la imagen de el.
Insistimos, la corporeidad y su modo de vivirla en todas sus dimensiones, es le resultado de la construcción de representaciones simbólicas persona, social y cultural.
Por este motivo toda enfermedad o trastornos como los que acabamos de citar, constituyen una alteración que en mayor o menor medida afectan los diversos niveles y dimensiones de la condición humana, ya sean físicas, mentales, emocionales, inconciente, cultural, etc. Comprenden al ser humano en su totalidad e implican por parte de él reacciones globales que configuran su unidad dotada de medios de expresión diversos que el profesional de salud debe ayudar a descifrar, con el fin de favorecer los procesos de adaptación, bajo una perspectiva integral y holística que comprenda la multiplicidad de fenómenos y factores que hacen el “vivir la corporeidad” y la compleja entidad que representa la condición humana
CAPÍTULO IV:“Enfoque médico y mirada para una intervención más eficaz.”
“La realidad del otro no está en aquello que el revela, sino en aquello que no puede revelar; por ello, si quisieras comprenderlo, escucha, no lo que él dice. (Kahil Gibran)
El acto profesional de cuidar la salud se ha ido deteriorando en la medida que la comunicación con el paciente se restringe a encuentros cada vez mas técnicos, distantes y fríos que esquivan el dialogo y privilegian la “información”.
Hoy más que nunca en un mundo que sucumbe en el conflicto y la intolerancia, resurge la necesidad de reconocer la enfermedad, mas allá del mero hecho biológico, como hecho social y cultural; de volver a valorar el dialogo como estrategia que permite el encuentro, dando sentido a nuestra existencia y haciéndonos humanos en el acto de enfermar y de sanar.
Para entender la enfermedad es necesario interpretar nuestra corporeidad, nuestro cuerpo se expresa con sensaciones y éstas con palabras; donde a través de ella nos ayuda a descubrir las sensaciones profundas e intangibles de nuestro cuerpo. Para cuidar la salud se requiere “escuchar” la corporeidad. El lenguaje del cuerpo es psicosomático, las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones surgen de experiencias corpóreas y es posible expresar sensaciones que no hayan sido hechas conscientemente por el cuerpo. A partir del momento que tomemos consciencia de nuestra corporeidad, empezamos a ser conscientes de su lenguaje y del entorno.
En base a las enfermedades psicosomáticas, las cuales son un grupo de trastornos que abarcan síntomas físicos (dolor, nauseas y mareos), podemos decir que sus síntomas somáticos son lo suficientemente serios como para causarle al paciente un malestar emocional significativo o una alteración en su funcionamiento cotidiano a nivel laboral o social.
CONCLUSION
En el presente trabajo intentamos hacer un fugaz recorrido por dos períodos importantes de la historia del pensamiento occidental, y su visión del cuerpo humano, ya sea, como factor de integración a una comunidad (Edad Media), ya sea, como un límite, como un “factor de individualización” (Durkheim) que envuelve a toda la modernidad, y como éstas concepciones determinaron los modos de ser y de entender la propia existencia humana.
En un primer momento el cuerpo no pertenece al sujeto, a su singularidad, sino que está inserto dentro de una comunidad; es por esto que el cuerpo no puede verse como una unidad, como separado del resto de los individuos. El ser y el cuerpo son una misma cosa.
El momento de transición entre ambos momentos es el Renacimiento y su concepción individualista. Poco a poco las ideas religiosas dogmáticas van nublándose en la razón del hombre que hace cada vez más visible. Más tarde, con el anatomismo, con fines puramente educativos, la razón científica sigue amenazando con el fin de las creencias que hasta hace poco tiempo imperaba en la sociedad.
Finalmente con la modernidad, y instalada en todos los campos, y teniendo a Descartes como principal representante de dicha época, el cuerpo aparece siendo la parte menos importante de la dualidad cuerpo-alma. Es el alma existencia humana. “Pienso, luego existo”.
Pero la importancia de estas nociones radica en que a lo largo de la historia de la humanidad el sujeto, como ser social y co-determinado que es, no ha estado exento a la diversidad de factores que envuelven su existencia, ya sean personales, sociales, culturales e históricos. Por lo tanto, las concepciones acerca de su constitución y existencia, han sido determinantes en sus modo de actuar, de mirarse a sí mismo y mirar el mundo, y hasta de hacer frente a sus padecimientos y enfermedades.
Entender la totalidad del ser, es abordarlo desde múltiples miradas, desde las distintas realidades posibles, y abriendo camino a sus diversas posibilidades de acción, comprendiendo que la corporeidad se nutre de la vasta riqueza física, emocional, mental, inconciente, social y cultural, etc. con la que cuenta el ser humano.
BIBLIOGRAFÍA:
Aída Aisenson Kogan. “Introducción a la psicología”. Ediciones Nueva Visión. Bs. As. 1979.
Harold Kaplan; Benjamin Sadock; Jack Grebb. Sinopsis de Psiquiatría. Ciencias de la conducta Psiquiátrica Clínica. Ediciones Médica Panamericana.
Susana Kesselman. Lo corporal: el cuerpo como comunicador, vehículo de las Emociones. “El pensamiento corporal. Paidós. Barcelona. 1990 (Síntesis y reelaboración).
David Le Breton. “Antropología del cuerpo y modernidad”. ed. Nueva Visión.1995. Por José Luis Solanas Ruiz.
David Le Breton. “Pensar el cuerpo es pensar el mundo”. Publicado por Carlos Trosman. 29 de julio de 2009.
Entrevista David Le Breton: “El sentido del cuerpo”. Entrevistas 21.2005.
Analía Negishi. Cuerpo y Modernidad.

MONOGRAFIAS SOBRE CORPOREIDAD


EL CUERPO EN LA VEJEZ
Beltramino, Mara- Cortese, Victoria- Waigel, Fany

El tiempo pasa, no se detiene, va acompañándonos en cada minuto, en cada instante, va dejando su huella, sus marcas, difícilmente borrables. El pasado quedo en el tiempo, y el presente es su fruto, el aquí y el ahora que se define por ese pasado que a su vez se redefine constantemente. Por mas que nos cueste pensarlo, envejecemos cada día. Hoy no soy igual que ayer ni que hace un minuto atrás. Este envejecimiento dependerá de cómo hemos vivido nuestra vida, por tanto será diferente para cada persona. También estará influido por factores biológicos y sociales que interactuaran continuamente ya sea de forma positiva o negativa sobre el individuo. Cuando hablamos de factores biológicos, nos referimos a los cambios que afectan a los aparatos, órganos o sistemas que empiezan a hacer más prominentes durante la vejez. Dichos cambios se manifiestan en la apariencia física, arrugas, canas, deformaciones y en las respuestas motoras e intelectuales que son cada vez más lentas y torpes.
El problema esta en el significado que cada uno otorga a esta influencia del tiempo en su cuerpo como así también cuales son las miradas que atrae el mismo, la repercusión social que tiene, ya que somos en sociedad y esta nos autodetermina.
Es un hecho el que la sociedad no valora y discrimina estigmatizando al viejo, al cuerpo del viejo. Es un sentimiento de rechazo el que se genera al pensarlo o verlo. Por tal motivo es un tabú pensar en ello y por tanto prepararse para esa etapa. Así quienes van envejeciendo no pueden ver la vejez como un estadio positivo por lo cual ellos mismo se automarginan y discriminan.
Pero ¿cual es el papel del cuerpo en estos momentos, en este correr del tiempo? El cuerpo nos acompaña en cada instante, esta allí en nosotros, no junto a nosotros. Yo soy mi cuerpo y mi cuerpo soy yo. El cuerpo es aquel que nos permite relacionarnos, sentir, ver. El cuerpo es una construcción y con el construimos. Ahora bien, todos tenemos una imagen de este cuerpo, la cual la vamos construyendo a partir de las vivencias afectivas, relacionales y físicas. Si esta imagen coincide con la que el otro tiene de mi, producirá autoestima, posibilidad de evolución. Pero si por el contrario, se contradicen, generará una crisis personal y en consecuencia la falta de adaptación a la realidad. El problema no esta en la exteriorización del cuerpo, “pero el mapa no es el territorio”, el problema esta en la forma que interpretamos estos cambios, en el significado que le atribuimos.
Al pensar en un viejo, se nos viene a la cabeza la imagen de un cuerpo cansado, deteriorado, mas lento, más torpe y desagradable, el cual no encaja en lo más mínimo con la concepción de hombre joven, esbelto, precioso, activo y productivo de la post-modernidad. Al enfocarnos en la careta, nos olvidamos de que un cuerpo envejecido es también un cuerpo lleno de sensaciones, emociones, sentimientos, necesidades y por sobre todo, un cuerpo lleno de sabiduría. El problema reside en como el viejo interioriza esta modificaciones.
Es necesario asumir estas transformaciones de nuestro cuerpo como un momento evolutivo más que sufre nuestro cuerpo al llegar a la vejez, como un momento evolutivo más en el devenir de nuestra vida.
Actualmente por motivos diversos, el viejo solo siente su cuerpo por medio de las molestias que le producen las modificaciones propias de su edad. Estas modificaciones no las interpreta como tales y ello le impide buscar nuevas formas de utilización del cuerpo. El cuerpo viejo se convierte así en cuerpo sedentario y negado. Y, a quien sirve tales características? Si más que un bien, es una molestia, un estorbo, un improductivo que lleva en si todo lo indeseable de la cultura. No se observa en ellos juventud, seducción, trabajo, vitalidad. El problema es ¿que hacer con estos cuerpos? Como siempre en la sociedad todo aquello que fue un estorbo o molestia fue encerrado y privado de los derechos humanos.
Es así que a los ancianos se los ha ocultado y olvidado en instituciones de encierro. Ahí solo son trapos, objetos, cuerpos viejos e inútiles que ya no sirven más. Están depositados en el encierro, solo les queda esperar morir. Hablamos de objetos, porque no hay un sujeto que piensa, siente y/u opina, un ser que tiene una vida y una historia, sino por el contrario, hay una panza que necesita comer, intestinos que necesitan ser vaciados, partes que hay que higienizar.
Y la subjetividad? Y el deseo?
Es en estas condiciones extremas, en estos momentos donde todo lo que soy(o lo que no soy) gira en torno al cuerpo.
Es posible hablar por tanto, de un cuerpo transparente, ausente, que se diluye en el común vivir?
Lamentablemente no, es justamente en estos casos donde el cuerpo se hace cada vez mas presente convirtiéndose la supervivencia en la condición única de su cuerpo dejando de lado el resto de los rasgos que nos hacen humanos.
Pero, podrían adjudicarse estas situaciones limites únicamente a rasgos físicos, biológicos del cuerpo del viejo?
David Le Breton en su texto en Antropología del Dolor comenta que el hombre sufre de modos diversos y que esto incluye un dolor de tipo moral, relacionado con el alma. Este muchas veces lleva a la privación, evitación, al aislamiento. El autor sostiene que en estos casos se esta expresando implícitamente una demanda de amor, compañía, escucha. Frente a ello lamenta que sea el significado medico el que prime en el bienestar del sujeto olvidándose, como ocurre en las instituciones de ancianos, la subjetividad del ser, sus historias, sus valores, su self.
Desde Terapia Ocupacional se podría intervenir en este aspecto de la vejez, promoviendo una forma saludable de significar el envejecimiento y reencontrar el sentido de la vida. Proponiéndole un taller de estética, en donde los viejos se preocupen por su rostro, se maquillen, se peinen, lo que favorecería la vuelta al narcisismo normal, al que se habían ido separando al interiorizar el imaginario social, donde se considera a la vejez una etapa donde la seducción no existe. Por medio de este taller, se desea recuperar el sentido de identidad de los viejos que quedo “bajo las arrugas”. También ayudará a que las relaciones sociales de los ancianos vuelvan a tomar importancia. De esta forma se pretende promover un envejecimiento más saludable. Con ello colaboraría, por ejemplo, talleres de movimiento corporal a través de la realización de una gimnasia adecuada a su edad, caminatas, bailes, entre otros, generando así un sentimiento de bienestar y auto eficacia.
Es importante que esto se pueda realizar en las instituciones,( que haya TO) ya que lo que sucede es que el cuerpo queda olvidado en una cama, en un rincón, en una silla provocando una sensación de inutilidad, invalidez que reafirma lo que la sociedad piensa de la vejez.
Otro aspecto a tener en cuenta en las instituciones, es el de promover habitaciones más individualizadas y personalizadas. Que los viejos puedan acomodar sus propios espacios dando lugar a la subjetividad de cada uno, como así también a la reapropiación de lo que será su nuevo espacio cotidiano.
Conclusión:
La relación del viejo con su cuerpo, en tanto representante de los estereotipos de la vejez aparece cargada con la desvalorización, el rechazo o impresiones negativas como el “asco”. Esta forma de relación tiende a externalizar al cuerpo volviéndolo objeto, convirtiéndolo en organismos desagregado o llegar al punto de no conocerlo.
Por otro lado, sucede que el cuerpo es reducido a enfermedades y a la muerte generando con ello una perdida de la identidad o la incapacidad de sostener ideales de productividad y autonomía, lo cual produce un menoscabo frente a valores ideales que sostienen en buena medida aquella cuestión necesaria con la que se construye el si mismo. Toda la identidad requiere de una coherencia narrativa en concordancia con los relatos de su tiempo y los intereses del sujeto. Dicha coherencia puede llevar a que la violencia hacia la vejez en los propios adultos mayores produzca una externalizacion del cuerpo para salvar la identidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Revista Espectáculo: Reseñas, críticas y novedades-Reseña de Pilar Vega Rodríguez, Universidad Complutense-David Le Breton, Antropología del dolor, Barcelona, Seix Barral, 1999.
David Le Breton, Cap. 5: Una Estesica de la vida Cotidiana
David Le Breton, Cap. 6: Borramiento Ritualizado o Integración del cuerpo
David Le Breton:, Cap.7: El envejecimiento intolerable: El cuerpo desecho.
Informes de Carpeta de Practica Profesional II, Mara Beltramino.

MONOGRAFIAS SOBRE CORPOREIDAD



EL cuerpo atrapado
La Escafandra y la Mariposa
Martinez Daniela, Rodriguez Iseli Tania, Estefania Metz

El cuerpo:
Según Susana Kesselman el cuerpo es el lugar donde se expresa la conducta, y aún más, es el lugar donde todas las conductas son posibles.
Concebimos al cuerpo como una unidad, donde no se puede mantener la antinomia mente-cuerpo, sino más bien éste es una unidad interactuante que se desarrolla en cada faceta de la vida como un complejo integrado, no fragmentado. Lo físico actúa y modifica lo mental y viceversa.
Esto implica concebir al cuerpo como una totalidad: “el cuerpo es siempre la expresión de un yo y de una personalidad que está dentro del mundo, por eso el cuerpo dice de nosotros, de nuestra identidad”.
El vivirse corporalmente esta relacionado con una multiplicidad de sensaciones integradas en una representación simbólica de nuestro esquema corporal. Las sensaciones que provienen de los sentidos más ortodoxos y las que provienen de otros cuerpos, van construyendo esta representación.
Paul Schilder utiliza el concepto de imagen corporal para referirse a la percepción que tenemos de nuestro cuerpo. “Por imagen del cuerpo humano entendemos aquella representación que nos formamos de nuestro propio cuerpo, es decir, la forma en que éste se nos aparece”.
La imagen del cuerpo es construida, no fija y se está integrando continuamente. Siempre existen ordenamientos y reordenamientos de las experiencias concretas de conformidad con las necesidades de la personalidad total.
La imagen corporal se construye también con las acciones de los demás hacia nuestro cuerpo, con las experiencias que tenemos a través de los actos y actitudes de los demás. Esto es lo que denomina Schilder como El cuerpo social, un vehículo de ser- en el mundo.
Jean-Dominique Bauby y su corporeidad ">Cuerpo Presente- Ausente
En las situaciones de la vida cotidiana, el cuerpo se nos vuelve invisible, “ritualmente borrado” porque experimentamos repetidamente las mismas situaciones de manera rutinaria, por lo que las percepciones de todos los días se vuelven tan familiares. Ejemplos de rituales de borramiento del cuerpo podrían ser: evitar un eructo, disminuir los olores corporales, no tocar un desconocido, evitar hacer ruidos molestos. Los rituales de la vida diaria tienden a escamotear, ocultar, ausentar la presencia del cuerpo.
En la cotidianidad no estamos concientes ni pendientes de nuestro cuerpo, pero hay situaciones de la vida, como cuando sufrimos un dolor fuerte, cansancio, enfermedad, en que se rompe esta sensación de cuerpo borrado o cuerpo ausente, y pasa a hacerse presente mediante un sentimiento de dualidad que fragmenta la unidad de la presencia: el sujeto se siente cautivo dentro de un cuerpo que lo abandona. Sería algo como concebir a mi cuerpo y a mi Yo por separado (en dualidad), como si mi presencia estuviera dividida. “Este sentimiento de dualidad rompe con las condiciones habituales en que el cuerpo es transparente al sujeto que lo habita”.
Como consecuencia de tener un ACV isquémico Jean-Dominique sufre una parálisis de casi todo su cuerpo a excepción de su ojo izquierdo. Él llevaba una vida muy activa y acelerada donde el “borramiento ritualizado” del cuerpo predominaba. “La sociedad occidental esta basada en un borramiento del cuerpo, en una simbolización particular de sus usos que se traduce por el distanciamiento”. De esta manera Jean-Dominique vivía esta ambigüedad del cuerpo presente-ausente, presente en tanto es un soporte material inevitable del “ser en el mundo”, operador de todas las prácticas sociales e intercambio entre sujetos y ausente por una negación ritual de las manifestaciones corporales.
Luego de padecer la parálisis pudimos ver como este cuerpo se hizo mas presente en todas las esferas de su vida cotidiana. El cuerpo se hizo presente para la conciencia del sujeto porque dejo de cumplir con sus funciones habituales y porque desapareció la rutina de la vida diaria a la que estaba acostumbrado. En este sentido, a pesar de no recibir sensaciones de su cuerpo, este se le presentaba de manera problemática o de preocupación ya que estaba constantemente pendiente de “ese cuerpo”, mirando sus miembros, pensando en lo que había hecho y ahora no puede hacer, y siendo conciente de que no siente. Acompañaba esta situación la presencia de la kinesióloga y la logoterapeuta que constantemente ponían atención en ese “cuerpo físico”, tratando de estimularlo para recuperar sus funciones.
Mas tarde, la logoterapeuta desarrolla un sistema alternativo de comunicación el cual le permitió al protagonista comunicarse con el exterior e ir escribiendo las primeras líneas de un libro que relata su experiencia a partir de lo que le sucedió. Esto produjo que Jean-Dominique se desconectara de su situación angustiante y desarrollara una actividad significativa, la cual fomento su imaginación.
El cuerpo y la sociedad:
En la actualidad el cuerpo debe pasar desapercibido en el intercambio entre los sujetos, aunque la situación implique, sin embargo, que se lo ponga en evidencia. Cada uno debe poder encontrarse con los demás como en un espejo, como las actitudes corporales propias y una imagen que no lo sorprenda. Pero, cuando las referencias de la identificación somática con el otro cesan, se instala el malestar, cuando las asperezas del cuerpo impiden que el mecanismo social del borramiento social se instaure, se instala la molestia. El cuerpo extraño se trasforma en cuerpo extranjero. La imposibilidad de identificarse con el (a causa de la enfermedad, la “fealdad” de origen cultural, o religioso diferente) es la fuente de todos los prejuicios de una persona. La diferencia se convierte en un estigma más o menos afirmado.
El cuerpo de Jean-Dominique se presenta como estigmatizado ya que su situación de postramiento en la cama y su rostro deformado por la parálisis lo presenta ante los demás como poseedor de un atributo que lo vuelve diferente de los otros. Un estigma hace referencia a un atributo profundamente desacreditador. La persona con discapacidad no es considerado en tanto sujeto, es decir en tanto alguien que encierra algo más, “ese algo y ese casi nada” que le da sentido y contorno a su existencia, sino como poseedor de algo menos.
Cuando la familia del protagonista fue a visitarlo por primera vez después del ataque, sus hijos lo observaban como alguien extraño, así también cuando su novia se enteró de lo que había sucedido, en la condición que estaba y el aspecto que presentaba decidió no ir a verlo, distanciarse. Además, cierto personal del hospital donde residía lo miraban despectivamente y con curiosidad. Podemos decir entonces que la persona con discapacidad recuerda la precariedad de la existencia y despierta la angustia del cuerpo desmantelado, la insoportable fragilidad de la condición humana. Lo que la modernidad se niega, obtusamente, a concebir. El cuerpo no esta más borrado por el ritual sino pesadamente presente.
Abordaje desde Terapia Ocupacional
Creemos que es de suma importancia tener en cuenta desde nuestra profesión al cuerpo como comunicador de emociones y sensaciones, que se entreteje en una red de vínculos y relaciones a nivel social.
En lo que respecta al caso de Jean- Dominique desde Terapia Ocupacional podemos trabajar sobre la comunicación, imagen corporal, rehabilitación motora- sensitiva y organización de la rutina diaria del sujeto, incluyendo a su familia durante todo el proceso, teniendo en cuenta como la persona siente su propio cuerpo y las expectativas que posee sobre su futuro.
Conclusión
En la sociedad actual debido a las exigencias diarias y de la rutina, el cuerpo es el del claroscuro, el de la presencia-ausencia. En lo cotidiano aparecen los rituales de borramiento del cuerpo, que solo se hace presente cuando aparece una afección, enfermedad o preocupación.
Nos pareció importante seleccionar este film ya que el caso de Jean- Dominique nos brindo la posibilidad de interpretar desde la perspectiva del cuerpo como comunicador y vehiculo de emociones. Sin dejar de tener en cuenta como se siente la persona en esta situación.
Bibliografía:
*Le Breton David “Antropología del cuerpo”: cap.2, 5, 6 y 7.
*Goffman Irving “Estigma, la identidad deteriorada”. Amorroutu Editores.
*Juana Molinas de Rondina “Lo corporal: El cuerpo como comunicador, vehículo de las Emociones”.
*Grasso Alicia “Construyendo el concepto de corporeidad”. Editorial Novedades Educativas 2000.

MONOGRAFIAS SOBRE CORPOREIDAD



LA VIVENCIA CORPORAL DEL ESTRES
Allevi,Magdalena
Solé, Julieta

"Has de tratar al cuerpo, no como quien vive con él, que es necedad, ni como quien vive por él, que es delito, sino como quien no puede vivir sin él"

(Francisco de Quevedo)
Lo corporal es la percepción subjetiva del cuerpo integrado como totalidad, que manifiesta el “ser mismo” en muchos modos de sentirse, conocerse y desconocerse, de moverse, de estar, de expresarse. Este “modo de ser del cuerpo” se manifiesta, se comunica en todas las vicisitudes de la trama vital. En tal sentido, nuestro cuerpo esta propenso continuamente a experimentar distintas situaciones de cambio, a movilizaciones emocionales que según el modo en el que el sujeto las afronte puede devenir una situación de estrés.
En el presente trabajo abordaremos la temática de la corporeidad centrándonos en aspectos como la noción de integridad, lenguaje corporal y la importancia de la simbólica social en la construcción de la imagen corporal. Asimismo, tomaremos los aportes de D. Le Bretón acerca de la cotidianeidad y su influencia en la percepción del cuerpo.
Paralelamente desarrollaremos la problemática del estrés con todas sus manifestaciones sintomáticas ya sea a nivel orgánico como emocional y conductual. Finalmente, analizaremos su influencia en el cuerpo y la vivencia que el sujeto hace de esta experiencia.

Nociones generales acerca del Estrés.
El estrés es el conjunto de cambios físicos y psicológicos que tienen lugar en respuesta a un estímulo adverso, resultado de la interacción entre la persona y el ambiente. Es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia que permite la adaptación a situaciones difíciles, de emergencia o retos, entre otras.
Es ante estas situaciones que el cuerpo humano responde activando el sistema nervioso y ciertas hormonas. El hipotálamo envía señales a las glándulas adrenales para que produzcan más adrenalina y cortisol y envíen estas hormonas al torrente circulatorio. Estas hormonas aumentan la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, la presión arterial y el metabolismo. Los vasos sanguíneos se ensanchan para permitir una mayor circulación sanguínea hacia los músculos, poniéndolos en alerta. Las pupilas se dilatan para mejorar la visión. El hígado libera parte de la glucosa almacenada para aumentar la energía del cuerpo y éste, produce sudor para refrescarse.
Seyle (1978) describe dicha reacción del organismo al estrés como una respuesta general de adaptación que se produce en tres etapas:
1. Reacción de alarma: respuesta que prepara al organismo para enfrentar un estímulo o una amenaza (Se ponen en funcionamiento los distintos mecanismos fisiológicos antes mencionados).
2. Adaptación o resistencia: el organismo vuelve a su estado preexcitado y se recupera de los esfuerzos fisiológicos que ha llevado a cabo durante el estado de alarma.
3. Agotamiento: es una reacción a las demandas metabólicas constantes de la etapa de alarma. Se alcanza cuando la persona queda detenida en esta etapa o la atraviesa con mucha frecuencia.

Cuando funciona como es debido, esta reacción es la mejor forma para que la persona responda bajo presión. Pero la respuesta al estrés puede causar problemas cuando es extrema, se mantiene por tiempos muy prolongados o se da con una cierta frecuencia; es entonces cuando puede aparece el agotamiento y existe el riesgo de desarrollar una patología.
Son múltiples los agentes o circunstancias que pueden desencadenar una reacción de estrés entre los que encontramos: agentes físicos o ambientales como son el ruido, la escasa iluminación y ventilación o los contaminantes ambientales; acontecimientos vitales importantes por ejemplo, la pérdida de un ser querido, sufrir una inundación, vivir una guerra o cambiar de trabajo o de casa, entre otros; ser víctima de intimidación, estar expuesto a violencia o lesiones físicas; relaciones tensas; estar siempre apurado, no tener tiempo para descansar y relajarse, y estar siempre en movimiento; entre muchas otras.
Aquellas personas que se caracterizan por tener un estilo dominante y autoritario, extremadamente preocupados por el rendimiento y los resultados finales más que por el disfrute de las actividades y que consideran al cambio como una amenaza, son aquellas que experimentan una mayor predisposición a sufrir estrés. Por otro lado, aquellos que poseen rasgos de la personalidad que se asocian con la elasticidad, el pensamiento constructivo, el optimismo y el afecto positivo, tienden a obtener una respuesta estable y adaptativa ante situaciones de estrés.
A su vez, existen ciertos comportamientos como el alcoholismo, el tabaquismo o las drogas que pueden ser utilizados por el individuo en un intento de tratar el estrés, sin embargo, éstos pueden exacerbar los problemas, dado que son estrategias evitativas del sujeto que responden pasivamente (disminuyendo la ansiedad), pero no resuelven el problema. Es importante aquí, el apoyo social del individuo y el ambiente en el que vive, ya que existe un mayor riesgo de estrés en aquellos que presentan escasas o nulas interrelaciones y habitan un ambiente desprotegido.
Las ocupaciones también tienen un papel importante a resaltar, dado que pueden ser tomadas como un medio de descarga y eliminación de acontecimientos estresantes de forma de facilitar la generación de mecanismos de defensa maduros y ayudar a los individuos a tranquilizarse.
El cuerpo como simbólica social.
El cuerpo es el lugar donde se expresa la conducta y donde todas las conductas son posibles. Pero la conducta humana tiene múltiples disfraces y se da simultáneamente en todas las manifestaciones de la que el ser humano es capaz. Es disparada por distintas sensaciones: las que provienen de los sentidos especiales (vista, oído, olfato, gusto y tacto), las sensaciones interoceptivas (del interior del cuerpo) y aquellas que provienen de otros cuerpos (caricias, miradas, rechazo, entre otras). Estas sensaciones permiten conocer el mundo y percibir nuestro propio cuerpo; y no quedan aisladas, sino que se integran en una representación simbólica de nuestro cuerpo, construyendo así nuestra imagen corporal.
Desde una visión antropológica, se entiende al cuerpo como una construcción social, como una forma de “ser - en el mundo” donde se expresa, muestra, encubre y oculta en un continuo intercambio con los otros. Las representaciones sociales fijan al cuerpo con un enfoque determinado en el seno del simbolismo general de una sociedad. En palabras de Le Breton, el cuerpo más allá de una realidad en sí mismo, es una construcción sociocultural; las representaciones del cuerpo y los saberes acerca de él son tributarios de un estado social, de una visión de mundo y dentro de esta última de una definición de persona.
Siguiendo con esta idea, el cuerpo entendido como entidad física nos es dado al nacer pero a través de los años se va construyendo un “cuerpo social”, resultado de la influencia de los medios de comunicación, la industria del ocio, expectativas culturales, entre otros. En la actualidad, el cotidiano posmoderno, con sus construcciones acerca de lo estético, lo ideal, la moda y el éxito, propone un modelo de cuerpo eternamente joven; se pretende entonces, mantener la belleza, la “frescura”, la eficacia, la destreza y competencia que caracterizan a la juventud. Este modelo, representa para muchos una utopía dado que, cada etapa de la vida caracteriza al cuerpo de una manera particular, dotándolo de rasgos, condiciones y formas propias; muchas veces alejadas de la “ideal”. Ante esto, la persona puede experimentar frustración o una necesidad inminente de lograr y vivenciar ese cuerpo anhelado llevándola a situaciones agobiantes, perturbadoras y que resultan estresantes.
Es por esto que nos preguntamos… ¿Que relación existe entre el cuerpo y el estrés? ¿Se limita este último sólo a síntomas fiscos? ¿Es sólo este ideal de cuerpo el que provoca este tipo de respuesta? ¿O existen más situaciones que generen este malestar en la persona?...
A continuación, utilizaremos estos interrogantes como guía para responderlos en un análisis más exhaustivo.
La vivencia corporal en el Estrés.
Como se ha mencionado anteriormente, el estrés es un conjunto de cambios físicos y psicológicos que surgen de nuestro cuerpo ante determinada situación y a su vez, repercuten en la vivencia corporal, generando malestar. Esto es una respuesta normal, siempre y cuando no sea extrema, no se mantenga por tiempos muy prolongados ni con mucha frecuencia ya que es entonces cuando puede desarrollarse la patología.
Para cuidar la salud, es importante “escuchar” la corporeidad. El lenguaje del cuerpo es psicosomático, las palabras con las que expresamos nuestras sensaciones parten de experiencias corporales, entonces, es imposible comunicar sensaciones que no hayan sido hechas conscientes por el cuerpo. “A partir del momento en que tomamos consciencia de nuestra corporeidad, empezamos a ser conscientes de su lenguaje”.
El cuerpo experimenta lo que la persona no ha asumido conscientemente, el síntoma congela lo que no se puede expresar, los contenidos de la mente generan su contrapartida en un cuerpo que enferma; así la enfermedad es una búsqueda interna de equilibrio.
En el estrés, la posibilidad de palabra que tiene el cuerpo es el padecimiento a nivel orgánico, emocional y conductual. Las reacciones más comunes son cambios respiratorios, cardíacos, hormonales, digestivos, como así también sentimientos de resignación, angustia, nerviosismo, tensión, inquietud, irritación; además de dificultades en la toma de decisiones, pérdida de habilidades, alteraciones en el trabajo y dificultades en mantener la concentración. Es en este momento cuando “se hace presente el cuerpo” y es percibido conscientemente por el sujeto.
En nuestra vida cotidiana, la repetición de las mismas situaciones y la familiaridad de las percepciones sensoriales, contribuyen al “borramiento del cuerpo”, es decir, a percibirlo como “invisible” y a no prestar atención a los aspectos objetivos de la acción. Sin embargo, esta cotidianeidad que provoca la “ausencia” del cuerpo no es permanente, sino que en momentos de crisis como el estrés, el sujeto se da cuenta de la presencia de su cuerpo con sus consiguientes dolencias.
La clave para afrontar esta situación de forma saludable y adaptativa sería el “escuchar estos ruidos”, reflexionando acerca del por qué de estos cambios: ¿Por qué me duele la cabeza en todo momento? ¿Por qué será que siempre estoy cansado? ¿Por qué me estará doliendo tanto el estómago?, etcétera.
Este modo de responder al estrés no sólo depende de los agentes o circunstancias causantes, sino que también influyen otros factores como la personalidad, los comportamientos, el apoyo social, las ocupaciones y factores socioculturales que acompañaron al sujeto durante toda su vida y contribuyeron a la construcción de su cuerpo como simbólica social.
En síntesis, queremos resaltar el poder comunicativo del cuerpo, es decir, la importancia de escuchar y entender su lenguaje, dado que continuamente está expuesto a situaciones estresantes. De esta manera, el cuerpo es la residencia donde se alojan los mitos familiares, el trabajo excesivo y sus malas condiciones, las demandas domésticas, nuestras propias exigencias, junto con la necesidad de pertenecer y adaptarnos a los modelos sociales ubicándolo en una situación de vulnerabilidad.

Conclusión.
En el marco de la vida cotidiana posmoderna el cuerpo se encuentra inscripto en la trama rutinaria de las actividades diarias en donde se fragmenta y funcionaliza en cuerpo-mano, cuerpo-ojo, cuerpo-boca, cuerpo-mente, etc.; perdiéndose, de este modo, la dimensión de la integridad y unidad de la experiencia corporal.
Lo corporal, como totalidad entonces, debe ser considerado en todas y en cada una de las situaciones a las que nos enfrentamos día a día. Es el escenario en el que se desarrollan nuestras conductas y, al mismo tiempo, el actor principal de nuestra trama vital; representa nuestro modo de ser en el mundo.
Desde la Terapia Ocupacional sabemos que el cuerpo es el que nos permite nuestro desempeño ocupacional, y a su vez, la ocupación lo modifica. Por lo tanto, sostenemos la importancia de su cuidado, llevando un estilo de vida saludable que promueva un bienestar tanto físico como mental, social y emocional.

Bibliografía.
• Apuntes de Cátedra:
- “Lo corporal: el cuerpo como comunicador, vehículo de emociones”
- “Diálogo con lo corporal: el diálogo como encuentro. Aproximaciones a la relación profesional de la salud-paciente”
• GORDON MUIR GILES (2005) “Willard & Spackman. Terapia Ocupacional.” 10° edición. Editorial Médica Panamericana. Cáp. 30 Sección VIII.
• KESSELMAN, Susana. “El pensamiento corporal”. Paidós. Barcelona. (1990).
• LE BRETON, David. “Antropología del cuerpo y modernidad”. Editorial Nueva Visión.
• LE BRETON, David. “Antropología del dolor”. Seix Barral. Barcelona (1999)
• Páginas de Internet:
- http://kidshealth.org/teen/en_espanol/mente/stress_esp
- http://es.wikipedia.org
- http://saludparati.com/estres
- http://blog.casapia.com
- http://www.sht.com.ar/archivo/diario/cuerpo.
- http://www.scribd.com/doc
- http://www.vidaysalud.com

MONOGRAFIAS SOBRE CORPOREIDAD


VIVENCIA SUBJETIVA DEL EMBARAZO
Basabilbaso, Laura- Kler, Verónica-Schmidt, Melina- Sosa Camila

INTRODUCCIÓN
“El cuerpo aparece como una entidad psicofisiológica indisoluble, en la cual se conjugan no solo la síntesis de sensaciones actuales siempre presentes, sino toda la consecuencia de la actividad pasada, vivida y experimentada…”
Florencia Donayo
En esta monografía el tema principal que queremos abordar es el cuerpo en relación a la vivencia del embarazo; ya que este momento es el responsable de nuestra existencia en el mundo como seres humanos, en el que se origina la vida y en la que junto a ella desde la concepción comienzan a formarse nuestras primeras experiencias subjetivas. De allí entonces partirán nuestras vivencias, conductas y sensaciones que irán construyendo nuestra identidad, dando sentido a la corporeidad y consecuentemente a la vida.
Este trabajo consta de un análisis e interpretación a partir de relatos, testimonios y trabajos de campo de mujeres embarazadas, a partir de los cuales realizamos un recorrido acerca de aspectos culturales, estéticos, creencias subjetivas y aspectos sociales actuales y pasados que circundan a la mujer en el período de gestación
DESARROLLO
Si bien los cambios en la imagen corporal de la embarazada forman parte de un suceso crítico dentro de la etapa vital, consideramos que en la posmodernidad esta experiencia está revestida de significados personales diferentes al de épocas pasadas ya que se prioriza, ante todo, el cuerpo ideal y la realización personal.
La imagen corporal, como menciona Susana Kesselman, “pertenece al registro de lo imaginario, cuyas bases afectivas dependen de la evolución libidinal y agresiva, de sus vicisitudes, experiencias y fijaciones”, es decir, en otras palabras, es la representación del cuerpo que se forma en nuestra mente.
Hoy en día, el significado de esta representación de imagen corporal se ve teñida de valores exitistas que dan más relevancia a la figura del cuerpo perfecto, atlético, joven y escultural debido a la gran influencia de los medios de comunicación, que privilegian esta forma de vivenciar el cuerpo.
En el embarazo, la transformación física principal es el aumento de peso y el estiramiento del vientre; muchas mujeres temen no recuperar su peso anterior después del parto y tampoco poder deshacerse de las marcas físicas externas, como las estrías, celulitis y varices, que trae aparejado muchas veces este proceso; alejándose de esta manera del modelo propuesto por la cultura, generando consecuentemente una nueva crisis corporal, que se suma a la natural crisis del embarazo y del parto. La posmodernidad consigue apaciguar esta crisis propia del embarazo ofreciendo propuestas a través del gimnasio posparto para recuperar el peso ideal de inmediato; volviéndose así otro espacio más de cumplimiento además del trabajo, la familia y quizás alguna otra responsabilidad, siguiendo el constante ritmo de las ansiedades posmodernas que traducen todo a lo inmediato, y haciendo cada vez menos atractivos todos los procesos que conlleven serenidad, pausa y naturalidad, los cuales van a manifestarse en todo el período de gestación y posteriormente al nacimiento del niño.
Si bien en términos generales podríamos decir que hoy, es éste el modelo de cuerpo el que predomina en estas circunstancias, no debemos caer en el error de generalizar ni siquiera hablando de mujeres que viven de la fama y en una misma cultura.
Como ejemplo de esto queremos diferenciar las singularidades de dos famosas cuyos relatos fueron extraídos de la revista argentina “Cosmopolitan”.
La primera de ellas; Jessica Alba manifiesta: “antes me quejaba mucho de mis defectos, pero después de tener a mi hija me perdoné por no ser perfecta…” “Ella puso todo en perspectiva”. En contraposición a lo dicho por esta famosa actriz de Hollywood Luisana Lopilato actriz argentina expresa: “tener hijos es algo que quiero cumplir antes de los treinta para recuperar mis curvas”. De esta manera vemos como, no sólo la percepción subjetiva del cuerpo está construida por los medios de comunicación o las imágenes que se nos presentan en la cotidianeidad, sino que también dichas construcciones responden a cada historia en particular desde los mitos familiares, desde los testimonios grabados en fotos, comentarios y predicciones así como también desde la novela personal.
Por otra parte el embarazo estaría muy influido por la cultura y la época, según costumbres, valores, épocas, etc. Así vemos cómo en las diferentes culturas orientales el cuerpo de la embarazada es ocultado, ya que su exposición caería en sentimientos de vergüenza y falta de aceptación de la cultura. En cambio, en occidente vemos como el cuerpo es expuesto constantemente ya sea mostrando el vientre o amamantando al niño en público. En relación a lo que plantea Le Bretón respecto al cuerpo nos surge un interrogante: el cuerpo en la mujer embarazada en la cultura occidental ¿se hace presente o ausente? Esta cuestión es debida a que el cuerpo se puede hacer presente en cuanto a que se expone, y quizás en algunas personas, estas conductas llamen la atención o que la madre no esté acostumbrada, sobre todo en primerizas. Pero el cuerpo se ausenta en cuanto estas actitudes se naturalizan, se vuelven cotidianas.
Le Bretón expone que la modernidad exige transparencia, se acentúa el “ver”, la mirada certifica la existencia. En relación a la mujer embarazada, el hecho de la exposición de su vientre, sobre todo en etapas más avanzadas, demuestra la existencia de otro ser en el mundo, como también el reconocimiento del otro de su verdadera presencia. Es este reconocimiento que se vislumbra en la vida cotidiana en comentarios como: “¡qué linda panza!”, “¿de cuánto estás?”, “seguro va a ser nena, tenés la panza redondita”; que permiten un mayor sentimiento de satisfacción y alegría en la madre y disminuyen su ansiedad y miedo que conlleva el propio embarazo y el parto. En contraposición, los comentarios negativos, mitos y creencias que predisponen al miedo, aumentan la ansiedad y llenan de inseguridades a la madre; ejemplo de un mito que circunda en el embarazo es el de no tejer porque se puede enrollar el cordón umbilical (simbolizado en la lana) en el bebé.
Desde otra perspectiva cultural y en relación al trabajo (M. ª Jesús Montes-Muñoz. Correo electrónico: majesus.montes@urv.cat), se vislumbran diferentes visiones del cuerpo en esta etapa de gestación y cómo influyen en la forma en que la mujer vive su cuerpo. Una de ellas es la de un cuerpo vivenciado como máquina, en la cual su propia naturaleza es la de reproducir. Esta imagen biologicista se centra en los cambios hormonales y bioquímicos, y todo lo que le sucede a la mujer en el período de gestación responde exclusivamente a estos motivos. Por lo tanto, las mujeres en esta etapa se consideran “hembras reproductoras”, donde su cuerpo se encuentra escindido de ellas, lo cual le quita su naturaleza humana y desvaloriza el significado único y extraordinario que va mas allá de un acto meramente biológico.
Otra mirada que se descubre en el trabajo (M. ª Jesús Montes-Muñoz.Correo electrónico: majesus.montes@urv.cat) es la del cuerpo “con sentido”, en la cual la mujer logra aceptar sus cambios corporales, debido a la anticipación que de ellos hace, conociéndolos e informándose de los mismos, para el buen funcionamiento de sus cuerpo, con el fin de cuidar adecuadamente a su niño, y además gracias a un trasfondo cultural que está informado de estos. Se inquietan ante la espera de que ocurran, esto es el ejemplo de cuando los demás le dicen a la mujer embarazada “imagínate cuando la panza y tus pechos crezcan, que lindo!”.
Estos cambios corporales y la forma en que se viven, aceptándolos y con alegría, conlleva un importante cambio de etapa, ya que además de cumplir un nuevo rol, su cuerpo ya no va a ser el de antes, ya que esta experiencia de gestación transforma sus aspectos tanto exteriores, objetivos como interiores y subjetivos y se vislumbra cuando las madres exponen: “ya no puedo volver a ser el cuerpo que tenis antes, el de joven, el embarazo me dejo un montón de marcas, pero no me interesa, tengo a mi bebé”
Esta forma de vivir esta etapa, permite un autocontrol de la mujer frente a su cuerpo, diferente a la mirada anterior, logrando una mejor estabilidad emocional.
Una posición también significativa que las madres pueden experimentar, es la de “parasitación”, donde éstas no aluden que el periodo de embarazo fuera agradable, beneficioso, todo lo contrario, más allá que sea el niño el que lleva en su interior, es el responsable de que el cuerpo se deforme, el niño viene a ser como un parásito que se chupa todo lo bueno que tiene su cuerpo. La alegría es solo cuando este nace, ya teniéndolo entre sus brazos. Quizás estas mujeres preferirían que sus niños se formaran en otro lado, posiblemente en el cuerpo de su pareja o que el mito de la cigüeña sea verdadero.
La mujer embarazada requiere de compañía y escucha x parte de familiares y terapeutas. Que entiendan su sufrimiento y dolor en el transcurso del embarazo.
El movimiento del bebé en el vientre materno exige el reconocimiento por parte de la madre de que algo sucede allí. Ella otorga diferentes interpretaciones que han sido construidas en base a su historia de vida, consejos de madres y abuelas, mitos y creencias culturales: “se mueve porque comí un chocolate”, “está enojado porque tiene hambre”, “presiente que me siento mal”, “se da cuenta de que estoy enojada”… sean o no “correctas” sus interpretaciones, sucede algo mágico donde esta madre puede consolar y calmar a aquel niño en camino. ¿Será que estas interpretaciones subjetivas no se aíslan de lo concreto y real que nos propone la ciencia? Si bien sabemos que muchas veces la tensión muscular puede provocar efectos en el feto; ¿Será que la música puede transmitirse? ¿Es cierto que pueden llorar y gestualizar dentro del vientre materno? Probablemente no tengamos la completa certeza de ello, pero de lo que sí podemos estar seguras es de que hay efectos ineludibles en la comunicación entre la mamá y el bebé que exceden cualquier teoría científica y que se enmarcan en el sentimiento, cariño y amor.
Otra cuestión que se hace presente en el embarazo es el lugar que ocupa el dolor. Como dice Le Bretón, el cuerpo se encuentra ausente de la conciencia del ser humano en el marco de la vida cotidiana. Este borramiento y olvido del cuerpo, este proceso de invisibilización y disgregación del soporte físico en el marco cotidiano, genera una dualidad, una disociación frente a la experiencia corporal. La conciencia del arraigo corporal sólo aparece en los períodos de tensión del individuo (enfermedades, cansancio, la separación o pérdida de un ser amado…). Pero en el caso de una madre en período de gestación, en el transcurso de un embarazo sano y feliz, la sensación de dolor y sufrimiento (por ejemplo al momento en que el cuerpo se prepara y transforma para alojar al bebé, cuando el movimiento es brusco y causa dolor físico porque se reducen los espacios, cuando aparecen los mareos, sube o baja la presión, sienten calor, van repetidamente al baño, aparecen los vómitos, irritabilidad, sensibilidad), aparecen como naturalizados y muchas veces estas madres padecen estas circunstancias como estandartes de su condición pasajera, pareciera que se jactan de estos malestares, son justificables y hasta obvios por su real y visible condición; el dolor entonces se transforma en un motivo obvio y normal, e incluso pasa a formar parte de la identidad de la futura madre
CONCLUSIÓN
Con este trabajo pudimos vincular el embarazo, como un suceso critico de la etapa vital de la mujer, con el cuerpo en su forma holística, tanto desde sus aspectos físicos como fisiológicos como en sus aspectos psicológicos y emocionales, pudiendo apreciar que existen diferencias en la vivencia del cuerpo, ya que la psicología de la gestante es el resumen del proceso evolutivo que cada mujer construye desde el día de su nacimiento o concepción y que se va complementando con las experiencias vividas y la interpretación subjetiva que le establezca , los estilos de constructos y el modo en que rotula el embarazo. El cuerpo aparece entonces como una identidad, dando significado particular a su embarazo considerado en su contexto personal, familiar y cultural particular.
BIBLIOGRAFÍA
David Le Breton «Antropología del cuerpo y modernidad» Ed.: Nueva Visión.http://www.ucm.es/info/especulo/numero15/a_dolor.html.Revista Espéculo: Reseñas, críticas y novedades. Reseña de Pilar Vega Rodríguez, Universidad Complutense
•David Le Breton, Antropología del dolor, Barcelona, Seix Barral, 1999, 287 págs.
•David Le Breton, “Antropología del cuerpo y modernidad”. Cap. 2: cuerpo y comunicación.
• Jesús Montes-Muñoz. Correo electrónico: majesus.montes@urv.cat.
•Lic. Instr. Gabriel Sassi. Prof. Curso de Formación en Profilaxis Perinatal – nascere.