Asertividad
Se define como la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera
amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin
atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento.
Emplear la asertividad es saber pedir, saber negarse, negociar y ser
flexible para poder conseguir lo que se quiere, respetando los derechos del
otro y expresando nuestros sentimientos de forma clara. La práctica de la
asertividad conduce a una reducción notable de la ansiedad.
Existen técnicas y reglas que aprendidas y aplicadas nos permiten
ejercerla de forma eficiente. Para ello hay que prepararse a negociar y hay que
cumplir las reglas que implican una negociación eficiente.
Estilo pasivo Estilo asertivo Estilo agresivo
La realización
de una negociación comprende varias fases. La primera, es la de preparación. En ella tenemos que pensar
la estrategia que tenemos que seguir en el encuentro con el otro en el que se
va a plantear los problemas y se va a hacer la negociación propiamente dicha.
En principio
es necesario prepararnos personalmente
para evitar caer en la pasividad o en la agresividad. Para ello es necesario:
o
Tener muy claros los objetivos que perseguimos en el encuentro: Hay algunas
cosas que nos pueden distraer de ellos y hacernos fracasar. Por ejemplo,
nuestra emoción. No podemos confundir la emoción con el objetivo.
o Desechar
los juicios de intenciones.
Si juzgamos las intenciones de la otra persona y nos basamos en ellas para
plantear la relación con el otro, corremos el riesgo de contestar y reaccionar
a las intenciones que pensamos que tiene el otro y perdemos de vista nuestros
objetivos.
La segunda preparación necesaria es la del
diálogo que vamos a plantear al otro. El diálogo que tengamos con él tiene
que cumplir los siguientes requisitos para ser un diálogo asertivo:
-
Describir los hechos
concretos: Cuando describimos
hechos que han ocurrido el otro no puede negarlos y así podemos partir de ellos
para discutir y hacer los planteamientos precisos. Ej. Es preferible decir “me
has dicho 10 veces no sirves para nada”
en lugar de “me quieres denigrar y hundir” (juicio de intenciones)
-
Manifestar nuestros
sentimientos y pensamientos:
comunicar de forma contundente y clara como nos hace sentir aquello que ha
ocurrido y que juicio moral o de pensamiento nos despierta.
-
Pedir de forma
concreta y operativa lo que queremos que haga No se trata de hablar de forma general o genérica,
“quiero que seas más educado”, sino que hay que ser concreto y operativo:
“quiero que quites los pies de mi mesa”, “quiero que cuando hablo me mires a
los ojos y contestes a lo que te pregunto”
-
Especificar las consecuencias aquello que va a ocurrir cuando haga lo que
se le ha pedido. Se le podría plantear también las consecuencias que tendrá
para él no hacerlo, pero es preferible especificar lo que va a obtener de forma
positiva.
La segunda fase para la negociación es el ensayo. Lo que se ha preparado, preferentemente por
escrito, se tiene que ensayar hasta interiorizarlo profundamente.
Si la
situación nos causa alguna ansiedad, es una razón más para el ensayo. Cuando
nos imaginamos la situación de la negociación nos estaremos exponiendo a ella
en la imaginación y al menos cuando pensemos en hablar con el otro no nos
pondremos nerviosos y comenzaremos nuestra negociación en mejor posición
anímica. Si nos ponemos nerviosos podemos acogernos al diálogo que hemos
preparado en la seguridad de que vamos a expresar nuestros deseos de forma
completa.
Por último, la
tercera fase es la ejecución, llevar a cabo el diálogo planificado.
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