viernes, 9 de noviembre de 2012
PARA LA DESPEDIDA
GRACIAS!
Gracias por la compañia, la juventud y el interes creativo
Gracias por este tiempo compartido...un poco de mí va con uds. en los nuevos caminos que emprenderán
Que nunca los abandone la pasión!
JUANA de RONDINA 2012
Técnicas para una comunicación asertiva
1. Rendición simulada: consiste en mostrarnos de
acuerdo con los argumentos del interlocutor pero sin cambiar la postura.
Puede parecer que cedemos pero para negociar. Ejemplo: “Entiendo lo que decis y
puede que tengas razón pero deberíamos buscar
otros enfoques”.
2. Ironía asertiva: ante una crítica agresiva o fuera
de tono no debemos igualar al emisor. Mantener una postura calmada.
Puede ser una salida asertiva a un
conflicto en el que simplemente no queremos vernos involucrados. Ej “bueno,
parece terrible” “uyy, muchas gracias”
3. Buscar empatía: tras escuchar los argumentos de la
otra persona podemos aceptarlos comprensivamente pero agregando lo que defendemos. Ej.:
“Entiendo lo que te pasa, es
molesto, pero asi es la regla…o lo
convenido, etc”.
4. Pregunta asertiva: en ocasiones es necesario
iniciar una crítica para lograr la información que queremos obtener para
luego utilizar la respuesta en nuestra argumentación. Ejemplo “decis que no te
gusta ( o no estas de acuerdo) pero ¿qué es lo que no le gusta exactamente?”
5. Acuerdo asertivo: en ocasiones tenemos que admitir
los errores pero procurar alejar ese
error de nuestra personalidad. Ejemplo: “si, es cierto que llegué tarde
pero suelo ser bastante puntual”.
6. Postergar: a utilizar en caso de interlocutores
“violentos” o alterados. En este caso se procura retrasar la conversación
para otro momento donde ambos estén en buena predisposición para el diálogo. Ej
“creo que ahora estamos un poco alterado. Lo mejor es que te tranquilices y
hablemos cuando estés calmado”.
7-comunicación breve para mostrar desacuerdo,
desinterés, o que estamos con otras prioridades. Ej: “parece bueno, lo
pensaremos, “dale”, “quizás”, “lo hablamos después?”
8. Disco rayado: repetir nuestro argumento
tranquilamente y sin dejarnos despistar por asuntos poco relevantes.
Ejemplo: “si, pero lo que yo digo es…”, “entiendo, pero creo que lo que
necesitamos es…”, “la idea está bien pero yo pienso que…”
9. Manteniendo espacios: establecer límites y reglas
claras. Ej. “sí, pueden usar la sala de reuniones pero el proyector hay que
pedirlo en administración”.
10. Focalizar: en una reunión es buena idea llevar
un cuaderno para tomar notas acerca de
propuestas, fechas de entregas, consultas o críticas para recordarlas en
otro momento y no alejarse del
objetivo. Ej. “tomo nota para hablarlo en la próxima reunión”.
Técnicas y consejos para ser más asertivo
Utiliza frases en primera persona. Es decir, en vez
de decir "estás equivocado", di algo como "No estoy de
acuerdo en esto". De este modo, estás expresando tu opinión,
más que rechazando o despreciando la opinión de la otra persona.
Practica el decir no. Tal vez piensas que para negarte
a hacer algo tienes que tener una excusa, de manera que cuando no la tienes,
no eres capaz de negarte. Pero esta es una idea falsa que va a hacerte más
mal que bien. No necesitas ninguna excusa para negarte. Simplemente puedes negarte
a hacer algo porque no deseas hacerlo o no te apetece. Practica cuando surja
la ocasión y simplemente di algo como: "no me apetece", "prefiero
no hacerlo", "eso no va conmigo", etc.
Cuidado con tu lenguaje corporal. Tu cuerpo dice
mucho más que tus palabras. Si tus palabras dicen no pero tu cuerpo muestra
una actitud débil y poco convincente, la otra persona seguirá
insistiendo hasta que cedas. Por tanto, mantén una postura erguida, mira
a los ojos directamente, muestra confianza y serenidad, habla con claridad,
sin gritar pero con un tono de voz algo elevado. Practica ante el espejo unas
cuantas veces hasta que lo hagas con naturalidad.
Cuidado con tus emociones. Si un tema te irrita demasiado
y te entran granas de gritar, llorar o tener cualquier reacción emocional exagerada, cálmate primero antes de hablar, y piensa lo
que vas a decir y cómo puedes decirlo de un modo que sea asertivo.
ASERTIVIDAD
Asertividad
Se define como la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera
amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin
atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento.
Emplear la asertividad es saber pedir, saber negarse, negociar y ser
flexible para poder conseguir lo que se quiere, respetando los derechos del
otro y expresando nuestros sentimientos de forma clara. La práctica de la
asertividad conduce a una reducción notable de la ansiedad.
Existen técnicas y reglas que aprendidas y aplicadas nos permiten
ejercerla de forma eficiente. Para ello hay que prepararse a negociar y hay que
cumplir las reglas que implican una negociación eficiente.
Estilo pasivo Estilo asertivo Estilo agresivo
La realización
de una negociación comprende varias fases. La primera, es la de preparación. En ella tenemos que pensar
la estrategia que tenemos que seguir en el encuentro con el otro en el que se
va a plantear los problemas y se va a hacer la negociación propiamente dicha.
En principio
es necesario prepararnos personalmente
para evitar caer en la pasividad o en la agresividad. Para ello es necesario:
o
Tener muy claros los objetivos que perseguimos en el encuentro: Hay algunas
cosas que nos pueden distraer de ellos y hacernos fracasar. Por ejemplo,
nuestra emoción. No podemos confundir la emoción con el objetivo.
o Desechar
los juicios de intenciones.
Si juzgamos las intenciones de la otra persona y nos basamos en ellas para
plantear la relación con el otro, corremos el riesgo de contestar y reaccionar
a las intenciones que pensamos que tiene el otro y perdemos de vista nuestros
objetivos.
La segunda preparación necesaria es la del
diálogo que vamos a plantear al otro. El diálogo que tengamos con él tiene
que cumplir los siguientes requisitos para ser un diálogo asertivo:
-
Describir los hechos
concretos: Cuando describimos
hechos que han ocurrido el otro no puede negarlos y así podemos partir de ellos
para discutir y hacer los planteamientos precisos. Ej. Es preferible decir “me
has dicho 10 veces no sirves para nada”
en lugar de “me quieres denigrar y hundir” (juicio de intenciones)
-
Manifestar nuestros
sentimientos y pensamientos:
comunicar de forma contundente y clara como nos hace sentir aquello que ha
ocurrido y que juicio moral o de pensamiento nos despierta.
-
Pedir de forma
concreta y operativa lo que queremos que haga No se trata de hablar de forma general o genérica,
“quiero que seas más educado”, sino que hay que ser concreto y operativo:
“quiero que quites los pies de mi mesa”, “quiero que cuando hablo me mires a
los ojos y contestes a lo que te pregunto”
-
Especificar las consecuencias aquello que va a ocurrir cuando haga lo que
se le ha pedido. Se le podría plantear también las consecuencias que tendrá
para él no hacerlo, pero es preferible especificar lo que va a obtener de forma
positiva.
La segunda fase para la negociación es el ensayo. Lo que se ha preparado, preferentemente por
escrito, se tiene que ensayar hasta interiorizarlo profundamente.
Si la
situación nos causa alguna ansiedad, es una razón más para el ensayo. Cuando
nos imaginamos la situación de la negociación nos estaremos exponiendo a ella
en la imaginación y al menos cuando pensemos en hablar con el otro no nos
pondremos nerviosos y comenzaremos nuestra negociación en mejor posición
anímica. Si nos ponemos nerviosos podemos acogernos al diálogo que hemos
preparado en la seguridad de que vamos a expresar nuestros deseos de forma
completa.
Por último, la
tercera fase es la ejecución, llevar a cabo el diálogo planificado.
. Complejidades y complicaciones de la comunicación humana
.
Complejidades y complicaciones de la comunicación humana
Por Marcelo R. Ceberio
Andamos por la vida
comunicándonos, hasta tal punto que sería imposible pensar la
vida sin ella: frase que leída de manera ingenua, puede parecer virtualmente
simple.
Pero las interacciones
humanas, por el contrario, están pobladas de numerosas trampas comunicacionales que creamos y a las que nos
sometemos. Y no es para menos, la comunicación debe ser entendida como un
fenómeno complejo, donde intervienen una serie de variables que pocas veces son
tomadas en cuenta. Algo tan mínimo como el chasquido de los dedos -o cualquier
actitud análoga-, puede constituirse en el detonante e un efecto dominó, en el
que cada una de las piezas del juego relacional se derrumben de manera
arrolladora. La complejidad comunicacional, entonces, se complica.
Todavía en los umbrales del
siglo XXI, continuamos pensándonos como seres individuales, postergando el
entendimiento de que somos partícipes y cómplices de una gran red social -la
ecología humana- que, a la vez, nos encuentra inmersos en diferentes sistemas:
familia, grupos de trabajo, estudio, clubes, asociaciones, etc. O mejor dicho,
decimos que integramos una sociedad pero esto queda sumido en una formulación
verbal. Nos consideramos personas independientes, sin responsabilizarnos en la
práctica, de la interdependencia que sugiere participar del entramado de la
comunicación social.
Apoyados en el viejo concepto
de identidad, creemos que somos y actuamos de manera idéntica en los diversos
sistemas. Por cierto, esto implica renegar de que realmente somos en la
interacción, y que nuestras conductas influencian a los interlocutores, tal
como los comportamientos de éstos impregnan nuestras respuestas.
Perdemos de vista, entonces,
con quién intento comunicarme. Quien es el otro para mi y quien soy para el
otro, marca una esencia relacional. No nos comunicamos de la misma manera ni
con el mismo estilo, cuando somos padres, cónyuges, empleados o amigos,
simplemente porque el otro posee características, roles y funciones diferentes
dentro del sistema. Cada relación nos invita a participar con algunas de
nuestras múltiples facetas: somos temerosos e inseguros en ciertas
interacciones, mientras que en otras, parecemos maestros dando consejos. Somos
dadores y bondadosos en algunas y envidiosos y destructivos en otras. Pero
entonces, ¿qué hace el otro para que yo reaccione de tal manera?. Resulta
lícito, entonces, preguntarse ¿qué hago yo para que el otro desarrolle estas
actitudes para conmigo?.
Estos cuestionamientos obligan
a pensar las conductas de manera recursiva y circular, cuando en
general, analizamos una situación de manera unidireccional y lineal.
Mirar la paja en el ojo ajeno
es una de nuestra principales virtudes, por así decirlo.
Observamos y hasta criticamos
las acciones de nuestro interlocutor, sin hacer la mínima referencia a nuestra
colaboración en dichas acciones. Preguntamos denodadamente, por qué y por qué,
en el intento de descubrir las intenciones inconscientes individuales de la
persona, sin focalizar el qué o el para qué de las acciones humanas. Preguntas,
que nos remitirían al circuito de comunicación en el que estamos inmersos. Nos
convertimos en expertos en atribuir culpas, entrampándonos en discusiones
bizantinas en un juego sin fin. Es así como se segmenta y polariza la secuencia
de comunicación, en frases elocuentes como:
Vos me hiciste hacer...., La culpa es tuya porque...,
Porque vos... Sos igual a tu viejo, porque eras igual en tu relación
anterior... etc.
Vos, vos y más vos, aseguran
el no involucrarnos en el circuito de acciones recíprocas, parapetándonos como
meros espectadores sin asumir ningún tipo de protagonismo. Cuando en última
instancia, no existen víctimas ni victimarios, todos somos parte del juego
comunicacional al que nos sometemos.
Pero este análisis no queda
varado aquí. Entre otras cosas, el contexto -el dónde, en qué momento y
situación se dice lo que se dice-, también se pierde de vista. El contexto
es una gran matriz de significados, que otorga sentido a las acciones humanas.
Es común que se aísle una frase del discurso y se le pegue duro, utilizándola
como legítima defensa. Cuando tal vez esa estructura sintáctica cobra otro
sentido, cuando se encuentra inmersa dentro de un discurso más global, dicho en
un lugar y momento determinado.
Pero y con ánimo de aumentar
la complejidad- no se trata de lo que digo sino cómo lo digo. Esto
remite a lo que los estudiosos de la comunicación distinguen, entre el
contenido de lo que se intenta transmitir y la forma en que se comunica. Las
entonaciones y cadencia del discurso, revisten de intencionalidad y significado
lo que se emite. Entender esta distinción, es comprender que los seres humanos
nos comunicamos con dos lenguajes: el verbal propiamente dicho y el analógico o
paraverbal. Los gestos, acciones, manerismos, etc., con los que se acompañan
las alocuciones verbales, forman un todo complejo y difícil de diferenciar.
Mientras que el primero es factible de ser conducido, el segundo es espontáneo
y escapa al manejo de la voluntad. En ocasiones, por ejemplo, las afirmaciones
se emiten con una gestualidad y cadencia de pregunta y los elogios como
críticas descalificadoras, o el marcar lo positivo fluye de manera irónica. La
secuencia continúa y se complica, cuando la respuesta del otro se dirige a lo
paraverbal y nosotros -casi desorientados- preguntamos sepultados en la bronca:
¿porqué me contestás así?; desencadenando la base de una discusión en donde
cada uno integra el juego de escalar sobre el otro, en el intento de hacerse
dueño de la verdad y de la razón.
Las puntuaciones
sintácticas que establecemos en la secuencia verbal, también conjuntamente
con la entonación, producen un efecto que desvirtúa la esencia del mensaje. Por
ejemplo: cómo cambiaste mi vida / cómo cambiaste, mi vida / ¿cómo
cambiaste mi vida? / ¡cómo
cambiaste mi vida! /¿cómo cambiaste?, mi vida. Podríamos continuar realizando
múltiples combinaciones de esta frase, que nótese, a propósito en este supuesto
diálogo, la palabra cambiaste de acuerdo a la puntuación, involucra
alternativamente al emisor o al receptor.
Pero en lo verbal, también nos
comunicamos con analogías. Utilizamos lo que da en llamarse lenguaje dígito,
cuando describimos una situación en forma literal. Pero en otras oportunidades,
utilizamos metáforas para comunicarnos. En esta oscilación, entre
metáforas y literalizaciones, deambula nuestro lenguaje verbal, de manera tal
que nuestro interlocutor, deberá entender cuándo implementamos una metáfora, no
vaya a ser que la literalice y mal interprete lo que le intentamos transmitir.
A todo este proceso es
necesario anexarle, el mapa de la realidad que construye cada ser humano.
Códigos familiares, escala de valores, pautas y normas de conducta, sistema de
creencias, llevan a atribuir marcos semánticos a la experiencia de la
comunicación. El discurso y las palabras mismas, están revestidas de
significaciones
particulares que no sólo
impregnan nuestra alocución, sino también la recepción. De aquí emergen los
supuestos.
Los supuestos, no son ni
más ni menos que las categorizaciones con que agrupamos los objetos, sujetos,
situaciones, hechos, etc. Pero cada tipología lleva un sentido implícito. De
allí, que existan actitudes del otro que tengan mayor o menor relevancia, pero
no mayor o menor en sí misma, sino para el sistema de creencias del
interlocutor. El yo supongo, es uno de los bastiones de la confusión
comunicacional y hace blanco más contundentemente en la gestualidad del otro.
Por ejemplo, si una persona frunce su ceño mientras hablamos, suponemos
(aplicamos una categorización inmediata) que está aburrido con nuestra conversación.
Sobre esta base, que se constituye en evidencia clara para nosotros, actuamos.
O sea, reaccionamos emocionalmente y desarrollamos acciones para que al
interlocutor le resulte atractivo lo que le comunicamos. En síntesis, un
repertorio de acciones acordes con nuestro supuesto inicial. Razón por la cual,
es factible que el otro frente a nuestras exacerbaciones de conductas, culmine
aburriéndose realmente, construyendo así la realidad presupuesta.
En la comunicación humana,
este juego da en llamarse profecías que se autocumplen: si supongo algo
sobre el otro, actúo de acuerdo a este imaginario, terminando por confirmar en
la pragmática tal suposición. Pocas son las oportunidades que traducimos
nuestro supuesto en pregunta, o tal vez, una pregunta más abierta que indague
directamente sobre el gesto. Y de esto se trata, de metacomunicar.
Metacomunicar, implica
decodificar correctamente lo que se recepciona o se intenta
transmitir, acrecentando así
la posibilidad de diálogo claro.
En la metacomunicación, se trata
de entender qué construcciones cognitivas posee nuestro interlocutor mediante
lo que intenta traducir en palabras. En el proceso de comunicar, cuando el
interlocutor dice algo, lo que se recepciona pasa por el tamiz de nuestra
estructura conceptual. No escuchamos lo que el otro dice literalmente, sino
lo que construimos de lo que dice (con nuestras atribuciones e
inferencias). Son diferentes, las vías por las cuales construimos algo acerca
de lo que el otro nos trasmite. Las reacciones emocionales, afectos y acciones
que se desarrollan en la interacción, son algunos de los medios que alientan a
realizar una construcción de lo que el otro emite.
Para comprender el mensaje del
otro, es importante conocer su sistema de creencias, su modelo de conocimiento
y el universo de significados que de éste emerge. Esto permite decodificar de
manera clara el mensaje. No obstante, este proceso sucumbe
en tanto y en cuanto estamos
muy implicados emocionalmente. En numerosas oportunidades, deseamos escuchar en
el otro lo que deseamos escuchar, perdiendo lo que el otro intentó transmitir.
En este proceso se dan preeminencia a los deseos y expectativas de respuesta.
No se escucha al interlocutor, sino al fantasma de respuesta ideal que
construimos en el diálogo. Se desarrolla entonces, un dialogo de tres. No son
pocas las veces que en la vida, transitamos colocando terceros ideales de
respuesta, que dan como
resultado la frustración, bronca y angustias, construyendo circuitos caóticos y
autodestructivos.
Tampoco entendemos que los
silencios también comunican. El silencio es una respuesta, a veces ambigua,
pero es una respuesta. Razón por la que es imposible no
comunicarse, tal versa el
primer axioma de la comunicación humana. Sin embargo, decimos: el no se comunica, o se comunica
poco.
En esta misma línea, no se
respeta que el otro pueda tener diferentes perspectivas del mundo que nosotros,
que se traducen en las opiniones. Estamos habituados a decir: estás equivocado,
erigiéndonos con el patrimonio de la verdad. Cada vez que señalamos no tenés
razón, en realidad estamos diciendo vos no pensás como yo.
En
conclusión, no podemos hablar de la
realidad que nos toca vivir, sino la realidad que construimos. Nos pasamos
la vida en la comunicación y de acuerdo a cómo la conduzcamos, es factible
confeccionar realidades catastróficas o de bienestar. Entender que la emisión y
recepción de un mensaje, depende de múltiples variables nos lleva a abandonar
la ingenuidad de entender a la comunicación como un fenómeno simple.
Involucrarnos en el circuito de la comunicación, comprendiendo que nuestras
reacciones influencian las respuestas y que somos influenciados, implica
responsabilizarnos que somos nosotros y nada más que nosotros los que
construimos las pequeñas y grandes realidades de la vida cotidiana
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